Barack Obama: "Lo que pasó en Wall Street en los últimos años era insostenible"
El 14 de abril, el presidente Obama pronunció un discurso en la Universidad de Georgetown en el que trató de explicar por qué abordaba tantas cuestiones económicas tan temprano en su gobierno. Sostuvo que el país necesitaba romper el ciclo de burbuja y crisis y citó el Nuevo Testamento para proponer nuevos cimientos económicos para la nación. Estos cimientos se apoyarían en mejores escuelas, la energía alternativa, una atención sanitaria más accesible y un Wall Street más regulado. Esa tarde hablamos con el presidente del modo en que su programa de acción podría modificar la vida cotidiana en este país. Nos sentamos en el Salón Oval y hablamos durante 50 minutos. No estuvo presente ninguno de sus asesores económicos. A medida que avanzaba la conversación, Obama hablaba de un modo cada vez más personal. Al terminar nuestra charla, cuando le pregunté si estaba leyendo algo bueno, dijo que estaba lo suficientemente harto de los informes como para empezar a leer una novela a la noche, Netherland, de Joseph O'Neill.
Mi idea es traspasar la actualidad y tratar de pensar cómo va a ser la vida en EE.UU. cuando haya terminado la así llamada Gran Recesión.
Para que nuestra economía crezca, tenemos que tener suficiente crédito para suministrar fondos a las empresas, grandes y pequeñas, y para dar a los consumidores la flexibilidad necesaria para hacer compras de largo plazo como autos o casas. Me preocuparía que nuestro mercado de crédito se contrajera y no permitiera financiar el crecimiento de largo plazo. Soy optimista con respecto a que finalmente vamos a poder poner en marcha otra vez ese sector financiero, pero podría llevar algún tiempo recuperar la confianza. Lo que pienso que sí va a cambiar, lo que me parece una aberración, es una situación en la que las ganancias de las empresas del sector financiero representaban un porcentaje demasiado alto de nuestra rentabilidad, cosa que ocurrió durante toda la última década. Creo que es importante entender que parte de esa riqueza, en primer lugar, era ilusoria.
O sea, no la vamos a extrañar.
La extrañaremos en el sentido de que los muchachos de 25 años que cobraban premios anuales de millones de dólares estaban dispuestos a pagar 100 dólares por un bife, y el mozo que los atendía recibía propinas que darían envidia a un profesor universitario. Parte de la dinámica del sector financiero tiene cierto efecto derrame, en especial en un lugar como Manhattan. Pero creo que siempre existió la percepción de que lo que ocurrió en Wall Street en los últimos diez o quince años era insostenible. Tan insostenible como lo que ocurrió durante el boom de las "punto com", cuando la gente de Silicon Valley podía ganar enormes sumas de dinero, pese a que lo que vendía no mostraba ningún indicio de que fuera a dar ganancias. Wall Street seguirá siendo una parte tan importante de nuestra economía como lo fue en los 70 y los 80. Pero no será la mitad de nuestra economía. Eso significa que más talento y más recursos irán a otros sectores de la economía. No queremos que cada graduado universitario con aptitudes para la matemática termine siendo un operador de derivados. Queremos que algunos de ellos se dediquen a la ingeniería o al diseño por computadora.
La Gran Depresión produjo un marcado aumento en el número de graduados secundarios. Me gustaría saber cuál piensa Ud. que es hoy el pasaje a la clase media.
Creo que todos necesitan suficiente formación post-secundaria para ser competentes, porque es muy difícil imaginar que se pueda tener un empleo estable sin eso. Si podemos mejorar no sólo las secundarias sino también las universidades para que brinden una base técnica sólida que permita realizar tareas complicadas en una economía del siglo XXI, eso va a ser bueno para los individuos pero también decisivo para la economía. Sin embargo, el desafío consiste en asegurarnos de que también los alumnos de las escuelas secundarias estén recibiendo lo que necesitan. Pongo a mi abuela como ejemplo de muchas cosas, pero creo que esto es revelador. Mi abuela nunca obtuvo el título secundario. Fue a la secundaria pero, a diferencia de mi abuelo, no pudo acogerse a la ley de beneficios para veteranos de guerra, pese a que trabajó en una línea de montaje de bombarderos. Entró a trabajar de secretaria pero pudo llegar a vicepresidenta de un banco en parte porque su educación secundaria fue tan rigurosa que le permitió comunicar y analizar información como no podrían hacerlo muchos universitarios. Podía escribir.
¿Hoy no podrían hacerlo?
Hoy ella podía escribir una carta mejor que muchos de mis. bueno, no diría que "muchos" pero sí cierto número de mis alumnos de Derecho en Chicago. De manera que parte de la función del título secundario o del título de una universidad comunitaria es dar credenciales. Pero el problema que tenemos hoy es que no siempre es tan claro como antes qué significa haberse recibido en una secundaria o tener un título universitario. Y eso quiere decir que, en nuestro programa de reforma educativa, tenemos que dar importancia no sólo a elevar los índices de graduación sino también a hacer que lo que se aprende en la secundaria y la universidad sea más sólido y efectivo.
Hace poco estuve hablando con estudiantes y decían que no estaban seguros de que la educación universitaria valiera la pena. Se van a graduar en medio de una recesión...
Empezaría por decirles que miraran las estadísticas. La tasa de desempleo de los graduados secundarios triplica a la de los graduados universitarios. Es cierto que esta recesión ha impactado en el empleo de los profesionales y los empleados administrativos. Pero si vamos a hacer un cálculo de probabilidades, la de conseguir un puesto con un buen sueldo de clase media aumenta enormemente al graduarse en la universidad. Pero, repito, creo que el gran desafío que tenemos en la educación es asegurarnos de que desde jardín de infantes hasta el último año de escuela los chicos aprendan el tipo de habilidades que los hagan competitivos y productivos en una economía tecnológica moderna. Por eso, quiero ver más graduados en matemática y ciencias. Específicamente quiero ver más gente en ingeniería. En la economía post burbuja que describo, vamos a restaurar el equilibrio entre producir cosas y brindar servicios, no vamos a volver a una economía en la que la manufactura represente un porcentaje tan alto como en la década de 1940. Los países que van a competir en el largo plazo con nosotros en la economía global - China, India, la Unión Europea, Brasil, Corea -, los países que están produciendo la mano de obra más educada, cuyo sistema educativo da importancia a las ciencias y las matemáticas, los países que pueden traducir esa formación tecnológica o científica en aplicaciones tecnológicas, van a tener una ventaja significativa en la economía.
En su equipo económico tiene un amplio arco de demócratas...
Pero no tengo ni a Paul Krugman ni a Joseph Stiglitz (risas) En materia de política económica busco constantemente un pragmatismo implacable. Creo que una de las cosas en la que todos estamos de acuerdo es que la piedra de toque de la política económica es que el estadounidense promedio encuentre un buen trabajo y vea subir sus ingresos. Queremos que la torta se agrande pero también estar seguros de que la prosperidad se extienda a todas las regiones, ocupaciones, géneros y razas. También pienso que hay muy poco desacuerdo en cuanto a que esta crisis debe enseñarnos ciertas lecciones sobre la importancia de la regulación de los mercados financieros. Y la idea de que dentro de mi equipo económico hay cierta resistencia a aprender esas lecciones no se compadece con las conversaciones que tengo todos los días.
Reconocen que hay cosas que no saben, en muchos casos.
Exactamente. Eso significa que, mientras elaboramos la política económica, hay cierta humildad con respecto a las consecuencias buscadas y no buscadas de las medidas que tomamos, y eso quizá impacienta a algunos observadores. Usted recordará que a (el secretario del Tesoro) Tim Geithner le dieron palos durante meses. Pero él, me parece, se siente muy seguro al decir que tenemos que hacer las cosas bien y que, si actuamos demasiado abruptamente, podemos acabar haciendo más mal que bien. Creo que esas cualidades han sido útiles.
Usted ha indicado que la atención de la salud ahora es la prioridad legislativa número uno. Me pregunto si puede decirle a la gente en qué va a cambiar la atención médica en el futuro, después de la reforma del sistema de salud.
Creo que los consumidores han adoptado una actitud más activa con respecto a los tratamientos. Eso es muy útil y hay que seguir fomentándolo. Dar a los consumidores más información sobre su propio bienestar puede ser útil. Pero debemos tener cuidado con el grado de participación que damos a los consumidores en la conducción de los tratamientos. Yo soy un lego con bastante buena formación en materia de atención médica. Sé cómo hacerle buenas preguntas a mi médico, pero, en última instancia, el que tiene el título es él. Así que, si me dice que tengo tal y tal cosa y debo tomar tal medicación, no me pongo a discutirle o a buscar una opinión mejor en Internet. En ese sentido, siempre va a haber una asimetría de información entre médico y paciente. Una de las cosas que el gobierno puede hacer de manera eficaz es ser un intermediario honesto en la evaluación de las opciones de tratamiento.
En estos momentos, estamos pagando las cuentas de muchas cosas que no mejoran la salud de la gente.
Por eso, cuando hablamos de la importancia de usar estudios de eficacia comparada para mantener a raya los costos no es un intento de controlar cada detalle de la relación médico-paciente. Es un intento de decir a los pacientes "¿Saben qué? Hemos analizado algunos estudios objetivos con gente que entiende de esto y llegamos a la conclusión de que la pastilla azul, que cuesta la mitad que la roja, es igual de efectiva. Así que quizá quieran comprar la azul. Y si un proveedor trata de imponerles la roja, al menos deberían hacer algunas preguntas importantes."
¿Cree que esta recesión es lo suficientemente profunda como para convertirnos en un país dispuesto a tomar las decisiones difíciles que se necesitan en materia de salud, de impuestos y de energía?
En parte, eso dependerá de la dirigencia. Por eso tengo que plantear argumentos sólidos al país. Lo que he tratado de hacer desde que llegué a la presidencia es decir: "Este es el momento para tomar importantes y difíciles decisiones". Los críticos dicen: "Está haciendo demasiado, no puede hacer todo al mismo tiempo, el Congreso no puede digerir todo de golpe". No estoy de acuerdo.
¿Espera más resistencia? ¿En qué rubros?
Es cierto que, por duro que sea este momento económico, no hemos tenido 42 meses con un 20 o un 30 % de desempleo. Por eso, el grado de desesperación y la conmoción sufrida por el sistema quizá no sean tan grandes. Eso quiere decir que habrá más resistencia a las siguientes medidas: reforma del sistema financiero o reforma del sistema de salud o cambios en materia de energía. A los ojos de muchos estadounidenses, las cosas no están tan mal como para decir: "Estamos dispuestos a probar algo nuevo". Pero parte de mi trabajo es salvar la brecha entre el status quo y lo que sabemos que debemos hacer por nuestro futuro.
¿Le preocupa que el ciclo económico haga todo eso más difícil? En algún momento, la gente puede empezar a preguntarse: "¿Por qué las cosas no están mejorando?"
Es algo que tenemos en cuenta. Desde antes de las elecciones, yo sabía que éste iba a ser un viaje muy difícil y que la economía había padecido suficientes conmociones y que no se iba a recuperar rápidamente. En cierta forma, esto es liberador. Pero en cuanto a si voy a cumplir uno o dos mandatos, los problemas son bastante grandes como para no ponerme a hacer cálculos. Son cosas que no me permiten decir: "¿Saben qué? Si manejo bien los tiempos, el mercado va a subir y el desempleo va a bajar justo antes de la reelección." Hay problemas mucho más grandes, mucho más sistémicos. Por eso, en cierto sentido, uno deja de lado la política.
¿Está satisfecho?
De lo que sí estoy seguro es de que, dadas las difíciles opciones que tenemos delante, estamos tomando decisiones correctas y meditadas. Estoy muy seguro de que estamos sopesando todas las opciones y tomando las mejores decisiones. Eso no significa que cada una va a ser la correcta y va a funcionar exactamente como queremos. Pero me levanto a la mañana y me acuesto a la noche confiando en que la dirección que le estamos dando a la economía es la correcta y que las decisiones que tomamos son acertadas. (La Voz)
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