Peñarol igualó sin goles ante Sportivo Luqueño en su debut por la Sudamericana
Peñarol no solo debutó en la Copa Sudamericana ante Sportivo Luqueño en Paraguay sino que tuvo también su primer partido oficial en la temporada y no defraudó al igualar 0-0.
Peñarol enfrentó un partido ante la complejidad de un calendario que lo perjudicó -como a todos los equipos uruguayos-, un rival de características similares y a la propia construcción de un equipo nuevo, con cinco titulares que no estaban en el equipo en el último semestre.
En los primeros minutos se vio mucha pierna fuerte, por la importancia del partido, porque son cruces de 180 minutos donde se puede terminar la ilusión y porque se enfrentaron uruguayos y paraguayos.
Por eso antes de los 20 minutos el árbitro brasileño ya había pitado 10 faltas. Casi una cada dos minutos.
De todas maneras eso no fue impedimento para que el partido, aún cortado por las infracciones, fuera abierto con equipos ofensivos que buscaron un gol tranquilizador desde el inicio.
Lo mejor del local estuvo cuando el colombiano Vladimir Marín entró en contacto con la pelota buscando oxigenar los circuitos de juego de un equipo que chocó de manera repetiva ante la zaga aurinegra.
Peñarol apostó a una defensa dura, con laterales que se proyectaron muy poco como Andrés Rodales y Maximiliano Olivera pero que apostó a salir en velocidad por los extremos con Luis Urruti y Nicolás Dibble cuando la pelota se recuperaba.
En los primeros minutos Miguel Murillo se retrasó algunos metros para intentar moverse por todo el frente de ataque y dejó al paraguayo Gabriel Ávalos como única referencia ofensiva y fue a todas las pelotas.
Igual la mejor versión estuvo por arriba, cuando Tomás Costa ejecutó pelotas quietas buscando la altura de sus compañeros. Fue la única arma clara de gol para intentar abrir el marcador como visitante hasta que Dibble le puso habilidad a una jugada sucia y obligó a la intervención oportuna de José Aquino.
Casi como un acto reflejo, Luqueño aceleró a fondo y Olivera logró despejar cerca de la línea final cuando el gol guaraní estuvo al llegar a los 39 minutos.
El final del primer tiempo tuvo a dos equipos que no lograron superarse pese a que jugaron al límite y la sensación de que a Peñarol le faltó un Urruti en toda su dimensión para poder explotar su banda para que Peñarol no dependiera tanto de Dibble en ofensiva.
En el complemento los entrenadores movieron el banco rápido y el fondo de Peñarol se regaló con una dura infracción de Bressan que pudo ser expulsado por un planchazo. Las fallas en la contención del mediocampo, con Rodríguez amonestado desde los primeros minutos, hizo que la zona media de Peñarol fuera un colador y Gastón Guruceaga se transformó en figura para evitar la caída de su arco.
Da Silva reaccionó sacando a Urruti, que funcionó muy lejos de su nivel, por Nicolás Albarracín buscando el juego por las bandas que su equipo no tuvo para alimentar a los dos delanteros de área.
Sin embargo Peñarol no logró frenar la supremacía de su rival y el arco de Guruceaga fue el único objetivo de un equipo como Luqueño que comenzó a sentir la presión de su gente para abrir el marcador.
Ante ese escenario, Da Silva volvió a apelar al banco para el ingreso de Nahitan Nandez por Miguel Murillo y cambió el sistema.
Peñarol pasó a jugar con un 4-3-2-1, con Nandez, Costa y Rodríguez como línea de contención por detrás de Dibble y Albarracín y con Ávalos como único punta.
Pero el partido no cambió, Peñarol fue ineficaz con la pelota, la tuvo poco y la dividió mucho ante un equipo rival que, con el correr de los minutos, se desdibujó.
Peñarol planificó un partido con un dispositivo táctico para contener el avance rival y salir rápido en velocidad, pero solo pudo aplicar su propuesta en el primer tiempo.
Con algunos bajos rendimientos, el guión no pudo aplicarse en el segundo tiempo ante un equipo que lo inquietó pero encontró a un Guruceaga siempre bien parado.
El martes 16 será la revancha en el Campeón del Siglo y los dos equipos están obligados a romper el cero para seguir en la copa.
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