Blogia
CAUSA ABIERTA

"Me preguntan si voy a llevar la escopeta", dice Eduardo Castro, padre de una de las víctimas de Pablo Goncálvez

"Me preguntan si voy a llevar la escopeta", dice Eduardo Castro, padre de una de las víctimas de Pablo Goncálvez

"Tengo vecinos que me preguntan si voy a llevar la escopeta, como si tuviera afán de venganza", dijo Eduardo Castro, padre de una de las víctimas de Pablo Goncálvez. En entrevista con Montevideo Portal habló de la liberación de Goncalvez, de la generosidad y la miseria humana.

Eduardo Castro guarda en su apartamento varios artículos personales de su hija Andrea. Cuadernos, una carpeta de recortes, una agenda, un diario adolescente y un par de fotos en portarretratos, que acompañan en un mueble las de sus otros tres hijos, nietos, bisnietos y su esposa Ana María, fallecida en 2014. En la agenda hay frases de poemas de Becquer, dibujos de corazones y muchos teléfonos. En la página de la letra "P" de la agenda está el nombre "Pablo Goncalvez" y su teléfono de línea.  

Castro se emociona cada vez que habla de los papeles de su hija y también cuando recuerda la "entereza" de su esposa -la entrevista se celebró el día de su cumpleaños - que fue capaz de revisar miles de hojas del expediente judicial del asesinato de su hija, incluyendo las fotos de su cuerpo, para investigar a fondo la verdad de lo que había pasado.

El sonido del teléfono todavía lo sobresalta. Tanto que ni siquiera puede usarlo de despertador. Durante los 19 días en que su hija estuvo desaparecida, hasta que su cuerpo fue encontrado enterrado en la arena, en Punta del Este, conoció a través del teléfono de su casa lo peor y lo mejor de la condición humana. Desde personas que le ofrecían sus autos para buscar a su hija desaparecida a otros que le aseguraban que la tenían secuestrada, que la estaban violando o que llegaron incluso a hacerle juntar un millón de pesos y esperar en una plaza de madrugada para pagar un rescate inexistente.

Su hija Andrea Castro fue la segunda víctima de Pablo Goncalvez. Tenía quince años cuando fue asesinada el domingo 20 de setiembre de 1992 luego de salir del club bailable England. Se encontró con Goncálvez, a quien conocía (el nombre de él figuraba en su agenda, que Eduardo todavía mantiene en su apartamento), y él se ofreció a llevarla en auto a su casa, adonde nunca llegó. Según las pericias la estranguló, enroscó en su cuello una corbata blanca y verde, y llevó el cuerpo hasta Punta del Este, donde lo enterró en una tumba improvisada que cavó con sus manos. Debieron pasar varios meses y un asesinato más -el de María Victoria Williams- para que se vinculara a Goncálvez con la muerte de Andrea y de Ana Miller, su primera víctima. En su confesión, indicó los lugares donde había enterrado objetos personales de sus víctimas, que fueron finalmente encontrados.

Eduardo nunca se refiere a Pablo Goncálvez por su nombre. Casi siempre es "él" o "este individuo". El asesino de su hija saldrá libre el próximo 23 de junio tras 23 años de prisión, siete antes de lo previsto gracias a los descuentos por haber trabajado y estudiado en la cárcel. Castro está convencido de que no está rehabilitado y cree que la decisión de la Justicia es un error grave que puede costar caro. Cita por ejemplo el informe psiquiátrico de 2012, que asegura que Goncálvez no manifiesta signos de rehabilitación. Es por ello que acepta ahora volver a hablar con los medios, pese al dolor de revivir las circunstancias del asesinato de su hija. "No quiero que ningún padre tenga que pasar por lo que yo viví", repite dos o tres veces, siempre hablando con suavidad y eligiendo las palabras con cuidado, aunque la tristeza y la impotencia le asomen en los ojos con frecuencia. En entrevista con Montevideo Portal, habla de sus dudas sobre la actuación de la policía, la "estrategia" de los abogados para convencer a la Justicia, sus sensaciones sobre la liberación de Goncalvez y la miseria humana que aflora a veces, no sólo en la mente de los psicópatas.

A usted le impactó la reacción de alguna gente a la desaparición de su hija. ¿Por qué?

Aquellos fueron 19 días de angustia y es muy difícil para muchos entender lo que pasamos, con la insensibilidad de personas que no saben el dolor de un padre y su familia cuando falta una hija, cuando uno no sabe si la robaron, si la tienen escondida o si la mataron, que es lo primero que de descarta en la mente. Cuando no regresa al hogar pensás en un accidente, pero lo que menos imaginás es que llegue la noticia de que la encontraron enterrada en el este. Por suerte la familia se mantuvo unida después de eso gracias a la fuerza de mi señora, cuyos restos están hoy junto a la urna de mi hija. Están juntas. Eso fue lo que mantuvo unida a la familia. Pero había gente que jugaba con el dolor ajeno, que llamaba y decía "la tenemos acá" o pedía un rescate.

¿Qué es lo que provoca la noticia de la liberación de Goncálvez hoy?

Cuando supe, volví a abrir la carpeta de mi hija, que nunca descarté. Leía unas pequeñas notas y rescataba lo más importante, su forma de vida, lo que le gustaba, lo que hacía. Ella estudiaba y concurría a bailar, como todo joven a su edad. En aquella época yo había comprado un kiosco de esos que funcionan en la vereda, con el afán de que mis hijos tuvieran una ocupación y compartieran el tiempo, y ella se encargaba muy bien de eso con su mamá y sus hermanos.

Durante la búsqueda del asesino, usted dijo que sabía que había un homicida suelto y que iba a volver a matar...

Era el presentimiento de un padre que tiene temor de que vuelva a suceder, que no quiere que nadie sufra lo que sufrió uno. A mí me parecía que se podía repetir y no estaba equivocado, así fue. Era una sensación. Al poco tiempo de lo de mi hija asesinó a la chica Williams.

¿Usted cree que eso se podría repetir hoy?

No soy profesional yo, pero los profesionales que lo trataron siempre, en las solicitudes de liberación anticipada y salidas transitorias, hicieron informes en los que dejaron sentada su disconformidad con la posibilidad de la liberación. Hace cuatro años pidió la libertad y los argumentos que hicieron que el juez dijera que no fueron los informes psiquiátricos negativos. En todo esto, el abogado tuvo la habilidad de indicarle que con una imagen de casado y una hija -a mi entender- podía impactar positivamente en la decisión judicial.

¿Cree que la influencia de la familia Goncálvez jugó sus cartas en esto?

No, lo que le sirvió a él fue que el poder adquisitivo que tenía le permitió contratar uno de los abogados más caros, Jorge Pereira Schurmann. Él había confesado todo, pero cuando vino Schurmann negó la declaración y empezó con la tarea de su inocencia. Este individuo no tuvo nunca la entereza de decirle a los familiares que él había asesinado a las chicas y pedir disculpas a la familia, que había hecho algo malo. Nunca se arrepintió ante la sociedad. En Internet hay páginas que todavía defienden su culpabilidad, cuando las pruebas y confesiones son muy claras.

Son muchos los que creen que él no asesinó a Ana Miller, por ejemplo...

A ver, llegaron a denunciar en las Naciones Unidas que había sido torturado para declarar, y las propias Naciones Unidas comprobaron luego que nunca fue torturado para sacarle las declaraciones. Lo que orquestaron para presentar a la sociedad fue la imagen de un preso con familia constituida, con una hija, para dar la impresión de que el individuo estaba apto para convivir en sociedad. Qué responsabilidad grande tiene el técnico que dio el aval, porque si esta persona llega a hacer algo... Los uruguayos no olvidamos. Pasaron más de 20 años y nadie lo olvida.

Si él hubiera mostrado señales de arrepentimiento, ¿cree que estaría bien que se lo liberara en algún momento o hubiera preferido una pena mayor, como la perpetua, si se pudiera?

Yo no quiero opinar sobre eso, pero en otros países las penas son acumulables. Si matás a dos personas son 60 años. En algunos casos llega a ser ridículo, acumulan 250 años de prisión, no les da la vida para cumplir la pena. Este es el Código Penal que tenemos. Si en estos caso está establecido que el máximo es 30, al menos que se lo den. Porque además de la facilidad de que las penas no son acumulables, por buena conducta puede salir anticipadamente.

¿Pensó en lo que haría si se lo cruzara?

No lo sé. No quiero dar mi opinión de lo que puedo sentir. Lo recuerdo con una impavidez inamovible, era un tipo totalmente frío. Yo lo tildé de un ser miserable. No quiero decir lo que siento internamente. Lo dejo a cada uno que juzgue, si tiene una hija y no muere por una enfermedad o una causa natural, sino que la asesina un depravado de estos.

Usted se lo cruzó en los interrogatorios antes de que se supiera que era culpable. ¿Nunca sospechó?

Yo brindé toda la información que tenía en mi poder y el diario íntimo (de Andrea) tuve que cederlo a la policía, que ni yo lo había leído, para colaborar en que apareciera. Mi hija tenía una costumbre de poner por nombre a los contactos. Yo en su momento fui a visitar a algunos de los compañeros que tenía en la agenda, aunque se sabía que era alguien del entorno del club England. Luego, se supo todo al sumarse las muertes y también un caso de violación anterior a los homicidios. Y eso es lo que se comprobó, porque no sabemos lo que habrá hecho antes y quedó impune.

Tengo el recuerdo muy claro. Yo acababa de sepultar a mi hija y me pidieron que fuera al día siguiente a Maldonado a declarar con mi señora. No hubo ningún tipo de flexibilidad en eso. En el momento en que estaban declarando -se hizo todo en un juzgado, en piezas distintas- pasó un agente y me dijo: "tenemos declarando un tal Pablo Goncalvez, ¿lo conoce?". Yo le dije que no. "Está muy nervioso", contestó. Entonces mi señora me pidió que fuera a ver en qué coche se iba, porque hubo un testigo que fue clave que había visto a Andrea subir a un auto. Y él pasó alardeando frente a mí y a mi señora y eso me quedó grabado. Dio a entender que él era el cuidador o protector de Andrea en England, como ofendido de que justo a él lo llamaran a declarar. Sospechamos algo, pero pasó. No creímos que fuera él en ese momento.

Él es un hombre muy inteligente. Quiso responsabilizar a otro del crimen. Fíjese que en la parada donde apareció mi hija, los dueños del club England tenían un apartamento. Quiso vincularlos.

¿Cómo cree que va afectar la liberación al resto de su familia?

Va a afectar, claro, cada cual siente su impotencia. Yo no puedo imaginar encontrarme con él. Yo me cruzo con vecinos que me dicen: "mirá que liberaron a Fulano" y prácticamente me preguntan si voy a llevar la escopeta, como si tuviera afán de venganza. Eso lo descarto totalmente. Tengo una familia detrás, mis nietos, hijos. No puedo hacer una locura. Si pensé en mis hijos cuando pasó esto para tratar de que no se destrozara la familia, hoy que tengo al menos la satisfacción de saber que mis hijos son felices...(hace una pausa) No quiero tomar cartas en el asunto. Sería un error garrafal pagar con una barbaridad como la que hizo él.

Y usted ya ha dicho que si a él le pasa algo al primero que van a venir a buscar es a usted...

Hubo amigos que, cuando él estaba en la cárcel y lo apuñalaron, me preguntaron si yo había mandado un sicario. Y me palmeaban la espalda. Pero al día siguiente de algo así, estando él en libertad, estarían buscándome en mi casa.

¿Cómo impactó esto en sus hermanos?

Capaz que no están de acuerdo con mis palabras, pero el resentimiento que puede haberles causado que asesinen a su hermana es distinto al de un padre. Nosotros tenemos que balancear los actos de futuro y hacer frente a esto pensando en otras cosas. Hoy sus hermanos tienen familias formadas, hasta me han hecho bisabuelo. La vida continúa.

¿Tuvo apoyo en estos días al enterarse de la noticia?

Yo noto que la gente que me rodea, que me apoya, como mis amistades, no lo olvidarán nunca y están siempre conmigo. Fue lo que me dio fuerza para resistir este impacto. Ya tengo mis años y sólo espero que descanse en paz con la mamá que la quiso tanto.

¿Qué opina de la actuación de la policía en el caso?

Lamento los cambios de investigación, que provocó que lo que se hacía en Montevideo no tuviera el apoyo necesario de lo que se hacía en el interior. Un investigador nos dijo una vez: "deje que trabajen ellos en Maldonado, después entramos nosotros". A mi señora le daba la impresión de que escondían cosas, de que sabían algo. Y eso se detectó porque cuando él tuvo el primer caso, que fue el de la violación a la enfermera, antes de las muertes, un agente recordó luego ese hecho. Recordó que había venido su padre, con su influencia diplomática, y que terminaron liberando al individuo que con amenazas de usar un arma de fuego había violado varias veces a la mujer. Tenían hasta la cédula de él y lo dejaron libre porque no encontraron el arma usada. No quedó registro. Fue recién mucho después, cuando se encontró el arma que usaba él para intimidar, que comprueban eso. Por eso siempre tuve la duda de si no habría hecho más violaciones bajo amenaza.

Usted también tuvo que estar en contacto con la madre de Goncalvez, ¿cómo fue eso?

Tuve que verla porque yo decidí iniciar un juicio civil, que fue algo por lo que se me criticó. Incluso el doctor Gonzalo Fernández declaró en la prensa que las otras familias no iban a hacer acciones civiles contra Goncalvez, sólo nosotros. Pero mi única forma de perjudicarlo del punto de vista económico, para que no pudiera contratar más los mejores abogados, era ese. Eso no iba a cubrirme la falta de mi hija, claro. La República tituló: "Tras cuernos, palos". Como que todavía que lo habían procesado le hacían una demanda por plata. Como si yo estuviera calculando hacer negocio con la desaparición de mi hija.

¿La exposición pública le agregó dolor a la tragedia que ya tenía que vivir?

Yo creo que los medios sirvieron para que no se olvide, que no vuelva a suceder un caso como esto. Se me criticó porque mi hija iba a bailar, pero era una adolescente con mucha personalidad. Más de una vez yo no quería dejarla salir o quería estar yo y me decía "papá, si vas conmigo, yo me enojo y no voy", y más de una vez se daba vuelta, se sacaba el maquillaje y se metía en la cama. Ella tenía una moto que le habíamos regalado para el cumple de los 15 y yo no la dejaba ir en ella, porque no tenía libreta, tenía miedo de que pasara cualquier cosa. Yo la protegía como todo padre. No era un inconsciente que dejaba salir a una niña de quince años a cualquier lado. Inclusive yo la iba a buscar cuando salía de madrugada el domingo, y llevaba incluso a sus amigas a las casas, no me iba hasta que entraban. Yo luego me quedé sin auto a comprar el kiosco y siempre lamento que ningún padre pensara en hacer lo mismo que yo, ir a buscar sus hijas a la salida del baile y traer de paso a la mía. Yo siempre les pedía que estuvieran en grupo.

¿Qué le sucede al enterarse de casos similares, como el de Natalia Martínez en Piriápolis?

Yo estaba veraneando en Piriápolis cuando sucedió ese caso y recuerdo que salí con el auto a buscar, a ayudar. Vi un solar vacío y me metí a buscar con la mente puesta en el caso y vi entre las hojas y la tierra una manta. Comencé a tirar de la manta y empezaron a salir huesos, me temblaba todo. Al final eran huesos de animales, pero yo estaba imaginando ya que era un cuerpo humano. Todas las cosas que pasan con adolescentes dejan sus secuelas.

La incertidumbre no se la deseo a ninguna persona. Tener un familiar desaparecido y no saber qué es lo que le están haciendo, si está cautiva, si la están torturando u otras cosas que pasan por la mente. Hay mentes retorcidas y este individuo, si ahora lo han dejado en libertad, es porque alguien dio el aval para que así sea. ¿Qué pasa, digo yo, si mañana se descubre que no se curó? ¿A quién le van a responder? Porque si es después de los 30 años de pena está dentro de lo previsto, lo entiendo. Pero alguien dijo que está apto para integrarse a la sociedad, porque se casó, tiene una hija. Pobre la niña cuando se entere de lo que el padre hizo. Él consiguió lo que quiso, la libertad. Sinceramente no quisiera encontrarme con él. No sé la reacción que puedo tener.

Por Martín Otheguy (con producción de Matías Rocha y Florencia Romay)

0 comentarios