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CAUSA ABIERTA

En Uruguay levantan una escuela con lo que la gente tira

En Uruguay levantan una escuela con lo que la gente tira

"Prohibido pasar, en construcción". Detrás del cartel, unas 40 personas trabajan como hormigas. En una esquina del predio está la estación de cemento, en otra las maderas pre-cortadas, la arena y los neumáticos categorizados.

En grupos coordinados de personas con casco amarillo, toman esos materiales para incorporarlos al edificio, que crece a gran velocidad. Una chica atornilla vigas de madera, mientras dos hombres arman columnas con botellas de vidrio.

En el balneario Jaureguiberry se está construyendo la primera escuela autosustentable de América Latina. Tras cuatro semanas de intensa labor el edificio quedará erguido, y en sus 270 metros cuadrados albergará a 100 niños.

Todo empezó cuando un grupo de amigos vio el documental El guerrero de la basura, que cuenta la historia del arquitecto Michael Reynolds y su empresa Earthship Biotecture. A partir de ahí se les prendió la lamparita: "¿Qué pasaría si una escuela pública fuese construida con este método donde el reciclaje, la sustentabilidad y el trabajo comunitario están tan metidos en el edificio?" .

Martín Espósito, coordinador de Tagma, la organización que se creó para llevar a cabo el proyecto, afirma que siguieron cuatro años de trabajo para conseguir los permisos, la atención de Earthship y la financiación. Aunque los números no están cerrados, estiman que la cifra total de la escuela ronda los 300 mil dólares.

Nevex es la empresa que aporta cerca del 90% de los recursos económicos que el proyecto requiere, además de asumir el compromiso de la comunicación, explicó Lorena Muiño, jefa de marketing de la sección cuidado del hogar de Unilever.

El principio de Earthship –que significa "nave de la tierra"- es que son construcciones vivas. Utilizan los fenómenos naturales como el sol o la lluvia para funcionar. "Buscamos resolver seis problemas básicos que cada ciudad y país debe procurar a sus habitantes", explica Reynolds, que desde hace 45 años trabaja este método de construcción. Ellos son refugio, agua, electricidad, comida, qué hacer con las aguas residuales y con la basura.

En la escuela sustentable, la energía eléctrica se generará a través de paneles fotovoltaicos, y el agua será reutilizada cuatro veces antes de ser desechada.

El techo del edificio recolecta el agua de lluvia y la traslada a tanques con capacidad total de 30 mil litros. Luego de un primer proceso de filtrado y bombeo, esa agua la utilizarán los alumnos para lavarse las manos, luego para regar en el invernadero, después en los inodoros y, tras dos cámaras sépticas, el agua residual termina su ciclo en un plantero, que tiene un uso similar al de un humedal.

El edificio está orientado hacia el norte y enterrado en su parte posterior. Por cómo está construido, se logra mantener la temperatura entre los 18 y los 25 grados centígrados durante todo el año sin necesidad de calefacción o refrigeración.

Y, por supuesto, el 60% de los materiales que se usan para la construcción son de desecho: neumáticos, latas, botellas de plástico, de vidrio y cartón. El restante 40% se compone de materiales tradicionales como madera o cemento.

La academia
El avance en tiempo récord de la obra en Jaureguiberry se debe a la colaboración de más de 100 personas de todas partes del mundo, que llegaron al balneario para aprender el método constructivo de Earthship. Se abrieron 20 cupos para uruguayos, 40 para personas de otros países de América Latina y otros 40 para gente del resto del mundo. Un día un grupo construye mientras otro tiene clase teórica, y al día siguiente rotan.

Es un sistema en el que los estudiantes, con su cuota para participar de esta academia terminan de financiar la obra, explica Espósito. "Son los que pagan el trabajo de Earthship, que organiza la construcción y a los voluntarios".

Al mismo tiempo, varias personas de Jaureguiberry y alrededores también participan de la construcción. Para Tagma eso es muy importante, "porque es una forma de empezar a trabajar la otra parte de la sustentabilidad, que tiene que ver con la apropiación del edificio por parte de la comunidad".

Punto cero
Las cuatro semanas de construcción terminaron, y los voluntarios –que estuvieron instalados en Jaureguiberry durante el mes de febrero- poco a poco irán regresando a sus hogares.
Ahora quedan algunos días de terminaciones, donde se sumarán nuevas personas y organizaciones para ayudar a armar las huertas, el invernadero, pintar murales y otros detalles que le den vida y color a la escuela. La inauguración está prevista para mediados de marzo.

"La construcción es el punto cero: define un antes y un después. Le sigue el trabajo con centro en la escuela y la comunidad", plantea Francesco Fassina, un italiano que forma parte del equipo de educación de Tagma. A pesar de que el edificio será donado a ANEP y funcionará como una escuela pública de tipo rural, la organización pretende seguir vinculada y trabajar en conjunto con las autoridades para proponer talleres y contenidos que acompañen al edificio y su funcionamiento.

Los niños crecerán en un edificio diferente, entenderán lo que es cuidar el medio ambiente de primera mano y eso los ayudará a vivir una vida más sustentable y a seguir expandiendo, poco a poco, el concepto. "No hay mejor forma de explicarle a la gente en lo que creemos que mostrándole cómo funciona", afirma Reynolds.

Escuela sustentable en un balneario ecológico
El balneario más esteño del departamento de Canelones tiene alrededor de 500 habitantes, y lleva más de dos décadas luchando para tener una escuela propia. Hace cinco años, un grupo de padres gestionó una casa para que los niños de la zona pudieran tener clase allí. Así nació la escuela Nº 294. Se trata de un lugar muy pequeño para los 34 niños que estudian ahí.

Héctor Florit, consejero de Primaria dijo a El Observador que seguramente la mudanza hacia la escuela sustentable, que queda al norte de la ruta Interbalnearia a 300 metros del antiguo local, se concretará a fines de marzo. Dicha escuela es la única en el balneario, por eso muchos niños de la zona concurren a la de Solís, que queda a cinco kilómetros. El equipo de Tagma lleva varios años yendo a Jaureguiberry para conocer la comunidad y trabajar en conjunto con ella. Se trata de un sitio que históricamente se relacionó con el entorno y la naturaleza, y hay intención de declararlo balneario ecológico.

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