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CAUSA ABIERTA

Cayó un meteorito de 60 kilos en Uruguay, un cazameteoritos lo robó de liceo y nadie se enteró

Cayó un meteorito de 60 kilos en Uruguay, un cazameteoritos lo robó de liceo y nadie se enteró

Un meteorito cayó en una chacra de Mal Abrigo, San José, a fines de los años de 1970. Lo rescataron, estuvo bajo un árbol varios años hasta que lo llevaron a un liceo y terminó en manos de una cazameteoritos.

Todo surgió en Durazno en 1985. En esa época la televisión llevaba a los hogares uruguayos series de ciencia ficción como V: Invasión Extraterrestre y los adolescentes se fascinaban con las batallas intergalácticas.

Mientras tanto, el profesor de Astronomía Mario Graside, del colegio San Luis, intentaba aportar algo de ciencia real a aquellos jovencitos.

Un día la lección fue sobre los meteoritos. El profesor desplegó un viejo libro con fotografías un poco borrosas. Los alumnos observaron en silencio buscando, tal vez, algún indicio de la guerra de las galaxias pero no vieron más que piedras grises con tonos marrón ferroso.

Uno de los estudiantes levantó la mano y comentó que había visto una roca como la del libro en el campo de su padre, localizado en el departamento de San José. El alumno era Susano Arturo Almada, tenía 16 años y estaba en cuarto.

"Yo tengo un meteorito en casa", dijo Almada. El profesor sonrió y le pidió que lo llevara al liceo. Pasaron las vacaciones de julio y el alumno apareció con una mole que pesaba por los menos 60 kilos.

Contó que su padre lo había encontrado años atrás en una chacra que araba con frecuencia y que él mismo había visto la caída del cuerpo proveniente del espacio exterior.

"Recién se había ocultado el sol y yo estaba jugando en el patio de casa cuando de pronto veo una luz muy blanca que se cruza de oeste a este. Se lo dije a mis padres pero no me dieron bolilla", contó Almada a El País.

Extraer la piedra de la tierra le costó una hernia a su padre que con mucho esfuerzo la subió al tractor y la llevó a su casa, la dejó debajo de un árbol hasta que su hijo le pidió llevarla al liceo. Antes le quitaron un trozo que pesó casi un kilo.

Subieron la mole a la camioneta familiar y la llevaron al colegio. El profesor y los alumnos la examinaron y compararon con la bibliografía existente en Durazno. A fuerza de martillo y cincel lograron sacarle un trozo. Encontraron "burbujas oxidadas", según narró el docente. Así fue que el profesor y sus alumnos concluyeron que estaban frente a un meteorito.

Más adelante se hizo una reunión en Durazno de profesores de Astronomía y los colegas de Graside también coincidieron en que aquella roca era un meteorito. Pasaron los años y Almada pasó al liceo público para hacer el Bachillerato. La roca terminó en el aula de Astronomía del liceo, luego volvió al colegio y nunca más se la vio.
Desapareció.

Un día de 1992 se presentó un hombre al liceo que dijo ser experto en meteoritos. Pidió llevarse la roca para examinarla en profundidad. Firmó unos papeles y nunca más volvió, según pudo averiguar en los últimos años Almada. El hombre averiguó hasta el nombre del cazameteoritos, lo buscó y no lo encontró. Sabe que los nuevos ricos chinos tienen devoción por estas rocas provenientes del espacio exterior y pagan millones.

Ahora, con los 930 gramos de roca que le quedan, busca saber qué valor geológico tiene su meteorito.

Durante el año 2014 Almada estuvo en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. Allí le dijeron que tendría que dejar su piedra durante una semana y que cortarían un pedazo para poder examinarla en profundidad.

La caída de un meteorito sobre una casa en San Carlos lo puso aún más a la defensiva.

"Yo sé lo que tengo y no estoy dispuesto a desprenderme ni un segundo de esta piedra, ya perdí bastante con la otra. Tampoco quiero que le corten un pedazo. Esto tiene un valor que no es económico, fíjese que hasta la semana pasada esta piedra era única", dijo Almada.







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