Barcelona ganó Supercopa con un Messi que volvió a brillar
El Barça ha conseguido el primer título de la temporada, la Supercopa, tras un partido brillante en el que ha destacado especialmente la efectividad de Leo Messi, que ha marcado tres de los goles (4-0). Un equipo que sigue fiel a su receta, y que ejecuta de manera cuidadosa un guión difícil de contrarrestar por el resto de equipos. El Sevilla no fue una excepción y no supo contrarrestar los argumentos técnicos blaugranas de cuyas diabólicas combinaciones llegan los goles con naturalidad. En una jugada, hermosa, diríase que hasta poética, se ha condensado el fútbol del Barça. Ya iba ganando entonces 2-0. Tenía la Supercopa en su mano, en apenas 24 minutos había liquidado la renta del 3-1 encajado en Sevilla, pero si algo distingue al equipo de Guardiola es su honestidad futbolística. Juega para la gente. Y no mira jamás al marcador porque su compromiso es con el público, sabiendo que cada día están obligados a demostrar que su juego es puro arte. Puro, de verdad. Arte único.
Recuerden la jugada. A punto de acabar la primera mitad, una exhibición a un miedoso Sevilla, refugiado en las absurdas pérdidas de tiempo de Palop, Alves ha cogido la pelota en el centro del campo ¿¡no olviden, centro del campo!, justo entre los dos banquillos¿ y se la ha dado a Pedro, encarcelado entre la cal y dos defensas del Sevilla. Pero un suave y preciso toque, muy pedrista, ha puesto en marcha la máquina ofensiva del Barça. Alves galopa como si estuviera en diciembre, Messi tira el desmarque hacia un pico del área y el resto es pura magia. Tanto el pase del lateral ¿perdón, ¿Alves es lateral?¿, como el movimiento de Leo para desembarazarse de los centrales del Sevilla. Y cuando Palop ha agachado su cuerpo, el balón ya estaba volando, previo sutil y exquisito toque con la bota derecha. Así, de lo que parecía un intrascendente balón en el centro del campo, ha nacido un maravilloso gol. El 3-0 del Barça. Corrió Alves, apareció Pedro, remató Leo. Pero antes, en un impresionante ejercicio de solidaridad defensiva, el equipo de Guardiola ha demostrado que no le gusta perder ni a las canicas. Al técnico, tampoco. Ha rescatado la fórmula que empleó en el tramo final de la pasada temporada, con Ibrahimovic de suplente ¿no habla en la sala de prensa el entrenador pero sí actúa ante la pizarra¿, apostando por los tres pequeños que le dieron la Liga del récord: Pedro, Messi y Bojan.
Por si alguien tenía dudas, el Barça las ha despejado con una primera parte esplendorosa. No solo por los tres goles. Cada uno de ellos llevaba una lección escrita. El primero, el de Pedro (no lo marcó él, pero se inventó una jugada de ensueño), es la prueba de que este joven es insaciable. Y pobre de quien no se lo tome en serio. Henry, Ibra y hasta Torres en el Mundial han sido sus últimas víctimas. El segundo, el de Messi, es otro prodigio de Xavi. Con un simple pase, quirúrgico, preciso, como si llevara un GPS fusionado en el cuero, sentó a cinco defensas y dejó solo a Messi ante Palop.
Tan nervioso se puso el argentino que ni movió un músculo. Amagó con el cuerpo, ridiculizó a Palop y en Argentina aún se preguntan qué demonios pasa con él. En el Mundial ni un solo gol con la selección. En el
Barça, dos tantos en menos de 45 minutos. A cual más bonito. No busquen un nueve para el Barça. El nueve es Messi. El mejor. Sin duda. Por cómo juega, por lo que asusta y, sobre todo, por cómo define.
Iniesta y Villa
Tan asumido lo tienen todos que Guardiola, cuando ha removido el banquillo, ha sacado a Iniesta, el héroe del barcelonismo y de España, y a Villa, ubicado a la izquierda porque Messi es intocable como delantero centro. Entretanto, ni rastro del Sevilla, un equipo que pareció vulgar y endeble, incapaz de saber lo qué le pasa. Ni ha cruzado el medio campo porque la pelota le duraba menos que un caramelo en la puerta de un colegio. ¡Qué largo se hizo el verano sin el fútbol del Barça! ¡Y sin Messi! Cada gol fue un monumento al fútbol. Basta ver el cuarto, recrearse en Villa, su pase, en Iniesta, su asistencia, y en Leo. Otra delicia.
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