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CAUSA ABIERTA

A 70 años del asesinato de León Trotsky

A 70 años del asesinato de León Trotsky

Escribe: Jorge A. Molinari
Cuando se le preguntó al notable pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, ¿Por qué había atentado contra la vida del revolucionario? (Siqueiros participó en un primer atentado fallido). Contestó lacónicamente: por que nunca lo había leído, y luego se refugió en un silencio definitivo.
Recordemos entonces al revolucionario en la parte final de una conferencia que parece responder directamente  a lo que pasa hoy. El capitalismo ha alargado su agonía a través de crisis cada vez mayores. Conferencia pronunciada el 27 de noviembre de 1932, en el stadium de Copenhague, Dinamarca  por  León Trotsky.- (fragmento final).-
        El capitalismo como sistema mundial se sobrevive históricamente, ha terminado de cumplir su misión esencial: la elevación del nivel del poder y de la riqueza humana. La Humanidad no puede estancarse en el peldaño alcanzado.
  Sólo un poderoso empuje de las fuerzas productivas y una organización justa, planificada, es decir, socialista, de producción y distribución, puede asegurar a los hombres -a  todos los hombres-  un nivel de vida digno y conferirles al mismo tiempo el sentimiento inefable de la libertad frente a su propia economía.
De la libertad en dos órdenes de relaciones; primeramente, el hombre no se verá  ya obligado a consagrar su vida entera al trabajo físico. En segundo lugar, ya no dependerá de las leyes del mercado, es decir de las fuerzas ciegas y obscuras que obran fuera de su voluntad. El hombre edificará libremente su economía, esto es, con arreglo a un plan, compás en mano. Ahora se trata de radiografiar la anatomía de la sociedad, de descubrir todos sus secretos y de someter todas sus funciones a la razón y a la voluntad del hombre colectivo.
 En este sentido, el socialismo  entraña una nueva etapa en el crecimiento histórico de la Humanidad. A nuestro antepasado, armado por primera vez de un hacha de piedra, toda la naturaleza se le presenta como una conjuración de un poder  misterioso y hostil. Más tarde, las ciencias naturales, en estrecha colaboración con la tecnología práctica, iluminaron la naturaleza hasta en sus más profundas oscuridades. Por medio de la energía eléctrica, el físico elabora su juicio sobre el núcleo atómico. No está lejos la hora en que -como en un juego- la ciencia resolverá la quimera de la alquimia, transformando el estiércol en oro y el oro en estiércol. Allá  donde los demonios y las furias de la naturaleza se desataban,  reina ahora, cada vez con más energía, la voluntad industriosa del hombre.
    Pero en tanto que el hombre lucha victoriosamente con la naturaleza, edificará a ciegas sus relaciones con los demás, casi al igual que las abejas y las hormigas. Con retraso y por demás indeciso, se encara con los problemas de la sociedad humana. Empezó por la religión, para pasar después a la política.
La Reforma trajo el primer éxito del individualismo y del racionalismo burgués en un dominio  donde venía  imperando una tradición muerta. El pensamiento crítico pasó de la Iglesia al Estado. Nacida en la lucha contra el absolutismo y las condiciones medievales, la doctrina de la soberanía popular  y de los derechos del hombre y del ciudadano se amplía y robustece. Así se formó el sistema del parlamentarismo. El pensamiento crítico penetró en el dominio de la administración del Estado. El racionalismo  político de la democracia significó la más alta conquista de la burguesía revolucionaria.
    Pero entre la naturaleza y el Estado se interpone la economía. La técnica  ha libertado al hombre de la tiranía de los  viejos elementos: la tierra, el agua, el fuego y el aire, para someterle, acto seguido, a su propia tiranía. La actual crisis mundial testimonia, de una manera particularmente trágica, como este dominador altivo y audaz de la naturaleza  permanece siendo el esclavo  de los poderes ciegos de su propia economía. La tarea histórica de nuestra época consiste en sustituir el juego anárquico del mercado por un plan razonable, en disciplinar  las fuerzas productivas, en obligarlas a obrar en armonía  sirviendo dócilmente a las necesidades del hombre.
 Solamente sobre esta nueva base social  el hombre podrá  enderezar su espalda fatigada, y no ya sólo los elegidos, sino todos y todas, llegar a ser ciudadanos con plenos poderes  en el dominio del pensamiento. Sin embargo, esto no es todavía la meta del camino. No, esto no es más que el principio. El hombre se considera el coronamiento de la creación. Tiene para  ello, sí, ciertos derechos. ¿Pero, quién se  atreve a afirmar que el hombre actual sea el último representante, el más elevado de la especie homo sapiens? No, físicamente, como espiritualmente, está  todavía muy lejos de la perfección este aborto biológico, de pensamiento enfermizo y que no se ha creado ningún nuevo  equilibrio orgánico.
    Verdad es que la Humanidad ha producido más de una vez gigantes del pensamiento y de la acción que sobrepasaban  a sus contemporáneos  como cumbres en una cadena de montañas. El género humano tiene perfecto derecho a estar orgulloso  de sus Aristóteles, Shakespeare, Darwin, Beethoven, Goethe, Marx, Edison, Lenin. ¿Pero por qué estos hombres son tan escasos? Ante todo, porque han salido, casi sin excepción, de las clases elevadas y medias. Salvo raras excepciones, los destellos  del genio quedan ahogados  en las entrañas oprimidas del pueblo, antes de tener la posibilidad de brotar. Pero también porque el proceso de generación, de desarrollo y de educación del hombre permaneció y permanece siendo en su esencia obra del azar, no elaborado por la teoría y la práctica, no sometido a la conciencia y a la voluntad.
    La antropología, la biología, la fisiología, la psicología, han reunido verdaderas montañas de materiales para erigir ante el hombre, en toda su amplitud, las tareas de su propio perfeccionamiento corporal  y espiritual y de su desarrollo ulterior. Por la mano genial de Siegmund Freud, el psicoanálisis  examinó el abismo que,  poéticamente, se llama el "alma" del  hombre. ¿Y qué nos ha revelado? Nuestro pensamiento consciente no constituye más que una pequeña parte en el trabajo de las oscuras fuerzas  psíquicas. Buzos sabios descienden al fondo del océano  y  fotografían la fauna misteriosa de las aguas. Para que el pensamiento humano descienda al  fondo de su propio océano psíquico  debe iluminar las fuerzas motrices misteriosas del alma y someterlas a la razón y a la voluntad.
 Cuando haya terminado con las fuerzas anárquicas de su propia sociedad,  el hombre se integrará en los morteros, en las retortas del químico. Por primera vez, la Humanidad se considerará a si misma como una materia prima y, en el mejor de los casos, como una semifabricación física y psíquica. El socialismo significará un salto del reino de la necesidad al reino de la libertad, en el sentido de que hombre de hoy, plagado de contradicciones y sin armonía, franqueará  la vía hacia una especie más feliz.

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