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CAUSA ABIERTA

Uruguay: Policías asesinos pidieron rescate con el rehén ya enterrado junto a su perro

Uruguay: Policías asesinos pidieron rescate con el rehén ya enterrado junto a su perro

En la tarde de ayer martes la Justicia dispuso el procesamiento con prisión de dos agentes de policía de 27 y 42 años y de un civil de 30 años (sin antecedentes penales) por el “homicidio muy especialmente agravado” de Pascual Zarrillo Turiello, de 74 años. La víctima era dueño de una leñería en la ciudad de Pando y había sido secuestrado el miércoles 17 en la zona de Barros Blancos. Su cadáver apareció en Durazno luego de que los asesinos pidieran infructuosamente dinero a cambio de la liberación del empresario. "Tengo un tractor para mostrarte", le dijo A.M.M.A. (30) a don Pascual el miércoles pasado. El mecánico conocía al empresario desde hacía cierto tiempo, por lo que a Zarrillo no le pareció extraña la propuesta.
Al día siguiente fueron a Barros Blancos, donde A.M.M.A. le dijo que estaba el tractor en venta. Fueron en la camioneta de don Pascual, en la que también viajaba la mascota inseparable del empresario: su perro Gino. Eran casi las cuatro de la tarde, Zarrillo no pensaba demorar mucho allí.
Pero pasaron las horas y la esposa del empresario comenzó a ponerse nerviosa. Zarrillo tenía una rutina que cumplía religiosamente: de 7 a 15 horas estaba en la leñera, luego regresaba a su casa en la calle Teófilo Collazo. A las seis de la tarde sonó el teléfono: "Estoy en La Pasiva de Pando, se me rompió la camioneta, ¿podés venir a buscarme?", le dijo a su esposa. Pero al llegar no había ni rastros de su marido. Alarmada regresó a Montevideo, pero al llegar a su casa la sorpresa fue mayor: en su ausencia le habían robado. Faltaban tres títulos de propiedad y una suma en efectivo, alrededor de $ 15.000.
Con los nervios de punta la esposa de Zarrillo se dirigió a la Comisaría 16ª para denunciar el robo y la desaparición de su esposo. Mientras estaba en la seccional su nieta recibió una llamada telefónica. La joven recordaría luego que un hombre le exigió dinero, no recordaba cuánto (en ese momento creyó que eran 35.000 dólares) y pusieron a su abuelo al teléfono para probar que todavía estaba con vida.
Era la noche del jueves y allí se desencadenó la investigación que llevaría a los culpables tres días después, aunque ya sería demasiado tarde para hallar a Zarrillo con vida.
Cuando el caso tomó el giro de un secuestro extorsivo, la Policía dio intervención al Departamento de Delitos Complejos de la Dirección de Investigaciones. El jefe de la unidad, el comisario Juan Ángel Rosas, envió a un oficial negociador al domicilio del empresario, al tiempo que comenzó a desplegar a un equipo de investigadores para seguir el caso.
En la casa la Policía instaló un dispositivo de rastreo y registro de llamadas, además de vigilar los alrededores de la finca en la eventualidad de que los secuestradores llegaran al lugar con algún propósito.
Pero estaban muy lejos de allí. La misma noche del jueves los secuestradores viajaron a Villa del Carmen con la víctima. Los planes habían cambiado radicalmente, el empresario los había reconocido, también sabía dónde quedaba la casa en Barros Blancos. Los delincuentes se dieron cuenta de que Zarrillo no podía quedar vivo. Tampoco su perro, que fue al primero que mataron.
En la camioneta del empresario viajaron a Villa del Carmen esa misma noche. Uno de los dos policías era oriundo del lugar, se había criado a dos cuadras del Parque Davant, donde se internaron para comenzar a golpear al empresario para que les dijera dónde guardaba el dinero. Los golpes provocaron la muerte de la víctima, aunque la autopsia constató que presentaba al menos dos heridas cortantes que fueron realizadas pos mortem.
En el predio del Parque Davant, cerca de un viejo parrillero derruido, uno de los policías cavó un foso y allí enterraron a Zarrillo con la idea de que no fuera descubierto en mucho tiempo. También pensaban quemar la camioneta, pero no tuvieron tiempo de hacerlo.
El viernes, cuando volvieron a hacer la segunda llamada -esta vez para pedir 300.000 dólares de rescate- ya estaban jugados. Pero debían hacer desaparecer los rastros del crimen. Acordaron encontrarse el domingo por la noche. Viajarían nuevamente a Durazno, pero esta vez en un ómnibus de línea. Para entonces los dos policías y el mecánico ignoraban que sus movimientos eran discretamente vigilados por investigadores de Delitos Complejos. El punto de reunión era Camino Maldonado y Libia, de allí irían a Tres Cruces. Nunca lo hicieron, en cambio terminaron en el segundo piso de la Jefatura de Policía, donde poco antes de la medianoche los dos policías habían confesado ampliamente el crimen.
El viernes pasado, cuando los familiares de Pascual Zarrillo recibieron la segunda llamada, en la casa ya había un oficial negociador del Departamento de Delitos Complejos. También se había instalado un dispositivo de rastreo y registro de llamadas telefónicas.
La unidad de la Dirección de Investigaciones es el único equipo especializado en secuestros extorsivos. La investigación de un caso de esta naturaleza implica la inmediata aplicación de un protocolo de acción. "Lo primero que hacemos es enviar a un oficial que está entrenado en negociación y apoyo psicológico para que esté con la familia", explica el jefe de Delitos Complejos, el comisario Juan Ángel Rosas.
La segunda medida es mantener el caso en la más estricta reserva. Luego se investiga el entorno familiar y laboral de la víctima. En las 24 horas siguientes el equipo de investigadores había realizado ya una docena de chequeos. La detección de la llamada los puso en la pista definitiva.
Habían dado con el nombre de uno de los involucrados. Hasta entonces no sabían que era policía. Pero en pocas horas pudieron determinar que él y otro funcionario estaban complotados para llevar a cabo el secuestro. Se trataba de los agentes de segunda D.A.D.P. (27) y J.A.D.P. (42). Ambos formaban parte del personal de servicio de la Escuela Nacional de Policía. Y había un tercer involucrado, que sería a la postre una pieza clave: el mecánico A.M.M.A., que conocía a la víctima.

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