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CAUSA ABIERTA

Cumplió 100 años el único sobreviviente del primer Mundial de fútbol en Uruguay en 1930

Cumplió 100 años el único sobreviviente del primer Mundial de fútbol en Uruguay en 1930

Cuando Francisco Varallo vio la luz, el 5 de febrero de 1910, ninguno de los equipos colombianos existía; el fútbol apenas comenzaba a aparecer.
Llegaba al país por barco o por tierra, en Barranquilla y en Bogotá, y aún faltaban 20 años para el primer Mundial. Hoy, ya con 100 años de edad, es el único sobreviviente de los jugadores que escribieron el primer capítulo de esa gran historia.
Varallo, fuerte como un roble y lúcido como un pensador, aún vive el fútbol como si lo jugara, a pesar de que se retiró muy joven, a punto de cumplir los 30 años, por culpa de una lesión en una rodilla, que aún hoy es su punto débil, a causa de una artrosis.
El deporte no solamente le dejó decenas de homenajes, como el que recibió el viernes pasado en su ciudad natal, La Plata (Argentina), por su centenario de vida. Hasta hace muy poco tiempo, vivió en la casa que compró con el dinero que le quedó de su primera transferencia, de Gimnasia y Esgrima de La Plata a Boca Juniors, en 1931. El inmueble, el mayor orgullo de su patrimonio familiar, es hoy objeto de reparaciones. Vive con su hija, María Teresa, y recibe el eterno cariño de sus dos nietas, Natalia y Gabriela. Ese, tal vez, es el secreto de su eterna juventud.
Su físico le pone ahora muchas limitaciones, pero su corazón se negó de plano a dejar el fútbol. Así vaya muy poco a la cancha, vive muy enterado de lo que pasa. "Él aún sigue mucho el fútbol y tiene muchísimo conocimiento, más de lo que uno pudiera pensar", asegura Gabriela Mangieri, una de sus dos nietas, en charla telefónica con EL TIEMPO desde La Plata. "Presta mucha atención al campeonato local y también a lo que hace la Selección Argentina. Mira los partidos, aunque ya no tan seguido como antes, y escucha la radio, que le gusta mucho", agrega.
La admiración que despierta Varallo no se debe únicamente a su longevidad. En su juventud fue un exitoso delantero, que hasta el 6 de marzo de 2008, cuando lo superó Martín Palermo, fue el máximo goleador histórico de Boca Juniors.
El hecho de haber perdido ese récord, obviamente, no le gustó, aunque siempre admiró a los artilleros que siguieron su senda. "Tuvo una afinidad con los que hacían goles, para él son la esencia del fútbol", afirma su nieta. Por eso, siempre esperó que en su descendencia hubiera un varón, y ese sueño se le cumplió hace dos años y medio, cuando nació su primer bisnieto, Gabriel, al que le tomaron fotos con la camiseta de Boca. "Ahora ya tengo un bisnieto, y seguro que va a pasar a Palermo", dijo Varallo en una entrevista en el portal Fifa.com.
Así nació una estrella
Antes de llegar al Mundial de 1930, y de que se comenzara a pensar en un campeonato internacional de esa magnitud, Varallo sufría y gozaba por Gimnasia, su gran amor en el fútbol. Comenzó a jugar en un equipo llamado 12 de Octubre, en 1923, y cuatro años después lo llevaron a una prueba a Estudiantes, el equipo que hoy en día es campeón de la Copa Libertadores.
En su primer partido le marcó cuatro goles a Estudiantil Porteño, y en los cuatro juegos que alcanzó a disputar convirtió 11 anotaciones. Sin embargo, los directivos del 12 de Octubre se negaron rotundamente a transferirlo, porque ¡ellos también eran fanáticos de Gimnasia!
Rápidamente, Varallo cruzó de vereda y llegó a la cuarta división de Gimnasia, en la que, en su primer partido, hizo ocho goles en el triunfo 9-1 sobre Rioplatense. Al día siguiente ya estaba en el primer equipo.
¿Cómo era el estilo de Varallo? Él mismo, en una entrevista con la revista El Gráfico, en 1996, se definió así: "Le pegaba como hoy en día lo haría Gabriel Batistuta, con todo respeto". Su tiro de volea era admirado por sus compañeros y temido por sus rivales.
En ese equipo, poco acostumbrado a ganar campeonatos, Varallo logró su primera corona, en 1929. Fue el único título de Gimnasia hasta que ganó la Copa Centenario de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), en 1994.
Para entonces, el fútbol argentino comenzaba a dejar de ser aficionado y volverse profesional. Era una época en la que los contratos millonarios no existían y los premios sorprendían por lo extraños. En uno de sus primeros partidos con Gimnasia, un hincha lo esperó a la salida y lo llevó a una casa comercial para darle un regalo. ¡Era una corbata! Hoy, aún ansía poder darle un abrazo a ese fanático...
Uno de sus seguidores más famosos resultó ser Alfredo di Stéfano, figura de Millonarios en la época de El Dorado y símbolo del Real Madrid. "Iba a ver los entrenamientos a la cancha de Boca los miércoles por la tarde. Mi abuelo vivía a 30 metros de la cancha, entonces iba a visitarlo y después me cruzaba a ver las prácticas", recordó Di Stéfano.
La frustración del Mundial
El Mundial de 1930 fue una aventura para 13 equipos que, en su mayoría, llegaron a bordo de barcos a Uruguay en busca de lo desconocido. No había cómo estudiar a los rivales previamente y solamente se podía apelar al talento propio para destacarse.
Varallo, desde el primer partido, y siendo el jugador más joven de su selección, con apenas 20 años, comenzó a brillar. Le hizo un gol a México en el segundo partido, se lastimó, no pudo jugar la semifinal frente a Estados Unidos y casi se queda afuera de la final con Uruguay.
"Yo no tendría que haber jugado. En una acción, me dieron una pelota ¡y le pegué con alma y vida! Ahí me lastimé la rodilla. Quedamos con diez hombres. Al rato se lastimaron otros dos, y perdimos el partido. Nos ganaron bien", recordó Varallo.
Eran las épocas en que se jugada en contra de todo: del público, de los defensas que jugaban al límite del reglamento y, para completar, les tocó la final con el equipo local y con el rival de toda la vida... "Lorenzo Fernández (defensa uruguayo) me tiró una patada y yo le dije: '¡No sea animal!'. Me contestó: '¿No te das cuenta, botija, que te quiero sacar de la cancha? Te voy a enterrar en el césped'. Por eso, cuando hoy se juega un partido contra los uruguayos, ¡tengo unas ganas de que les ganen! ¡qué sé yo, me sale de adentro!", se desahogó en el libro Fútbol argentino, de Osvaldo Bayer.
Con la Selección tuvo su revancha en el Suramericano de Clubes de 1937, hoy Copa América, en la que se coronó campeón, le marcó gol a Uruguay y ayudó a vencer dos veces a Brasil, una de ellas en el desempate por el primer lugar de un torneo que se jugaba todos contra todos. Y con Boca ganó tres campeonatos, hasta que la rodilla lo sacó del fútbol en 1939.
Homenajes en vida
Para su familia, Varallo es el centro de atracción. Su cumpleaños número 100 tuvo una gran fiesta familiar, a la que, incluso, llegó gente desde Uruguay. Ahora casi no le gusta dar entrevistas, y menos por teléfono, porque no puede oír bien.
"Es algo insólito. Yo lo veo más como mi abuelo, pero como figura deportiva también hay un cariño especial. Tengo muchos afiches, diarios, notas. Es extraño verlo en Internet, en diarios de todo el mundo, y con la admiración de gente que jamás lo vio jugar", dice Gabriela, su nieta.
Un tramo de la Avenida 25, de La Plata, que da acceso al nuevo estadio único de esa ciudad, lleva su nombre. Fue nombrado ciudadano ilustre y recibió, en 1994, la Orden al Mérito de la Fifa. Y siempre lo invitaron a los mundiales, aunque a los dos últimos no fue porque se cansó de viajar. Pero el mayor homenaje de Francisco Varallo es haber llegado a los 100 años con lucidez y con la admiración del mundo del fútbol, sin importar el color de las camisetas, muchas de ellas diseñadas tiempo después de que él naciera. (El Tiempo de Bogotá)

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