Blogia
CAUSA ABIERTA

Facebook, una adicción, una abstinencia

Facebook, una adicción, una abstinencia

Facebook se ha convertido en un ritual diario para millones de personas; pero, ¿qué sucede cuando desactivas una cuenta y entras en abstinencia? Caroline Hocking, una obsesiva confesa a esta red social lo cuenta. Tuve que hacerlo. Mi vida "virtual" ha terminado. Después de dos años en la red tuve que tomar la decisión y cerrar mi cuenta. En el lenguaje de Facebook, fui "desactivada".
No había sido del todo malo, hemos tenido algunos buenos tiempos. Había disfrutado un poco del espionaje a otras personas y la encontré bastante útil como una vía para examinar posibilidades amorosas, descartar cosas no deseadas y organizar extrañas fiestas.
Como novata en las redes sociales mis primeras incursiones habían sido cautas y breves. Había sido un placer culposo, un escape agradable que explotaba la necesidad básica de compartir y comparar.
Pero después de dos años me había convertido en una fanática de Facebook, subiendo más de 30 álbumes de fotos, anunciando innumerables y estúpidos estados y adquiriendo cientos de "amigos" en la red (350 para se exacta).
Si me encontraba fuera de la red por más de unas horas, sentía una ansiedad parecida a la de una separación. Que había sido mi pérdida de tiempo favorita y se había transformado en una adicción exigente y antisocial.
El punto de inflexión se produjo cuando una noche olvidé completamente de una reunión largamente planeada con un amigo porque había estado en una insensata reflexión sobre Facebook. Esto es ridículo, pensé. Se suponía que las redes sociales mejorarían mi vida social en lugar de arruinarla.
La gente publica de todo y para todos, renunciando a su propia intimidad y a sus amigos. No necesitaba ver las fotos de las bodas de extraños o de los compañeros de otros compañeros borrachos en las vacaciones.
Me dije a mí misma que me había manejado perfectamente antes de Facebook y decidí volver a esos tiempos más simples. Todavía mantenía contactos con la gente que quería. Tenía un móvil y era perfectamente capaz de mandar un e-mail o escribir una carta. Entonces decidí desactivarme. Sólo tomó un par de clicks y fue bastante indoloro.
Facebook exigió saber por qué la había dejado. Incluso me dio una lista de ayuda con posibles razones, como estar enamorada, y sugirieron formas de evitarlas.
Pero quería ver si podía vivir sin Facebook, al menos durante una semana. Me dieron la opción de volver en cualquier momento y reabrir mi cuenta, pero me sentí liberada.
Una persona que pensó que la había removido de mi lista de amigos me mandó un mensaje de texto citando y pidiendo disculpas por todas las cosas que podrían haberme ofendido y que me llevaron a eliminarla de la lista.
Dejar Facebook fue visto claramente como algo importante para ellos, un indicativo de que "algo no está del todo bien". Me sentí halagada de que la gente se preocupara por mí y sentí un pequeño dolor por la antigua camaradería de Facebook.
Por supuesto, no todos se preocuparon o notaron mi partida. Una de mis compañeras de departamento estaba perpleja después de ver que a su lista de amigos le faltaba una persona pero no había averiguado que podría haberse ido sin permiso.
Pero un día sentí la abstinencia de Facebook y mis dedos se morían de ganas de iniciar nuevamente la sesión. Me sentí desamparada y fuera del circuito. Extrañaba las charlas en línea.
Claro que podría haber enviado mensajes de manera directa a la gente, pero esa es la belleza de las redes sociales, mientras nos vuelven espías y detectives de la vida de los otros también alimentan a los perezosos. Ellas te permiten ser pasivo lanzándote información que demandaría tiempo y esfuerzo conseguir.
Facebook había facilitado una comunicación ininterrumpida y muchos amigos eran devotos. Algunos sólo se comunicaban a través de ese sitio.
¿La gente me invitaría a eventos si para eso tendría que enviarme la invitación a otro sitio independiente en lugar de incluirme en una cadena de Facebook?
Pensaba que había tiempo libre para disfrutar fuera de Facebook, pero en vez de eso sólo había vuelto a otras distracciones como las revistas de celebridades de mala calidad.
Y, aunque no podía participar activamente en sus maquinaciones, todavía me encontraba a mí misma intoxicándome con Facebook. No podría haber desperdiciado horas abriendo sus páginas pero el sitio y mi salida de él se convirtieron en mis temas favoritos de conversación. ¿Qué piensan otras personas de Facebook? ¿Qué pensaron de mi partida?
Me encontraba leyendo con desproporcionado entusiasmo cualquier historia que tuviera relación con Facebook que apareciera en las noticias. Resultó difícil dejar completamente. La ruptura fue dura y finalmente, después de 10 días para ser honesta, me descubrí a mí misma reactivando mi cuenta.
Mi mundo se había derrumbado fuera de la red. Me las arreglé para estar en contacto con la gente que me importaba, pese a que demandó un poco más de energía de mi parte (aunque nunca había dado vueltas para escribir cartas).
Pero la ausencia ha hecho que el corazón se vuelva más sofisticado. El peso de la abstinencia me recordó cómo podría Facebook ser de utilidad para organizar y recordar eventos.
Confieso que mi corazón se aceleró un poco cuando me conecté. Cuando mi página se abrió, había sentido una pequeña irrupción de alegría al reunirme con mis amigos perdidos.
Estaba de vuelta y estaba realmente curiosa por saber de lo que me había perdido.
No fue tanto. Fue como si nunca hubiera estado afuera: encontré decenas de fotos de vacaciones, numerosos enlaces de noticias interesantes, las maravillas de Youtube algunos comentarios divertidos y otros no.
Me desconecté a los pocos minutos. Desde entonces he vuelto, he subido algunas fotos, despaché unos mensajes, comenté algunos enlaces y adquirí un par de nuevos amigos.
Pero ya no tenía la misma urgencia de mirar las últimas entradas y ver qué gente está regularmente. Sabía que podía vivir sin Facebook.
Y si todo me parece demasiado y vuelvo a mi antiguo vicio, siempre puedo tomar otro descanso. (BBC mundo)

0 comentarios