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CAUSA ABIERTA

La ciencia (inexacta) de las encuestas

La ciencia (inexacta) de las encuestas

El analista Kiko Llaneras, ingeniero y editor del sitio web Politikon, declara a MUY que, hoy, un motivo de los fallos de las encuestas españolas, como ocurrió en en el 26J de forma clamorosa, es la ley que obliga a cerrarlas a una semana de las elecciones, “cuando sabemos, según el CIS, que en las elecciones de diciembre de 2015 casi el 30% de los votantes decidió su voto en la última semana”.

Este porcentaje no puede pasarse por alto, ni tampoco, aclara Llaneras, asumir que su voto se repartirá entre todos los partidos por igual: “La gente que no declara su voto no son personas al azar, y si no intentamos estimar u observar su intención de voto, aunque no la declaren, las encuestas saldrán peor”. Por ejemplo, los partidarios de los partidos tradicionales son más reticentes a confesar su intención de voto.

Los métodos de recopilación de información son tres: encuestas personales, telefónicas y, de un modo creciente, online. Las primeras están en franco retroceso, sobre todo en la investigación de mercados: “Solo se usan cuando el perfil no es accesible de otra manera, o cuando requieres más profundidad”, declara a MUY Carmen Hernández Pena, consumer research manager de Nielsen, ya que las otras dos permiten recabar un gran número de opiniones de forma más rápida y barata. Pero tienen sus debilidades.

El sistema telefónico utiliza lo que en inglés se conoce como RDD (Random Digit Dialing, o llamada al azar), aunque FiveThirtyEight, la web de análisis de encuestas creada por Nate Silver, nuevo prodigio de los vaticinios electorales, señala que en Estados Unidos las empresas encuestadoras compran listas de votantes registrados para hacer las llamadas. Los motivos son que así es más seguro dar con gente que votará en comicios locales, y que los votantes están más dispuestos a hablar de política con un extraño.

Sin embargo, la web advierte de que limitarse a estos votantes puede sesgar el resultado. Y el medio establece el formato: “No sabes cómo coges a la persona que contesta; su colaboración cuesta más, y tampoco puedes tenerla al teléfono quince minutos”, declara Hernández Pena. Y limitarse al teléfono fijo excluye a los jóvenes, que, cada vez más, usan solo el móvil.

Internet es la nueva herramienta: según Aneimo, en 2014 el 46 % de los datos registrados en las encuestas mundiales fueron en línea, y un 3 % llegó a través de smartphones. La Red ofrece las ventajas de que el encuestado puede contestar cuando le venga mejor y permite introducir cuestionarios más largos, fotos o vídeos.

“Tienes además un control automático de cómo van las respuestas cada día, y puedes ir decidiendo, por ejemplo, si te faltan respuestas en Sevilla o si han contestado pocas mujeres, y lanzar nuevos cuestionarios”, declara Hernández Pena. Pero tiene el inconveniente de excluir a la gente que no está conectada, y el riesgo de que una persona use varios ordenadores para responder a la misma encuesta con varias identidades, algo que se evita controlando las direcciones IP y pasando las respuestas por filtros para buscar muestras de falsa aleatoriedad.
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