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CAUSA ABIERTA

9 hallazgos que desmontan la imagen sombría de Franz Kafka

9 hallazgos que desmontan la imagen sombría de Franz Kafka

Anoche me pasó algo insólito: me sorprendí leyendo un libro de Franz Kafka con una sonrisa en los labios.

De Kafka, ese autor checo que con novelas como "El proceso", "El castillo" y "Metamorfosis" dejó una marca indeleble, pues expresó como nadie las ansiedades y alienación del ser humano en el siglo XX.

Cuando una mañana Gregorio Samsa se despertó, después de un sueño agitado, se encontró en su cama transformado en un espantoso insecto"

Su universo es complejo, regido por normas desconocidas e incomprensibles, por lo que provoca pánico en sus protagonistas. Las situaciones que presenta a veces las reconocemos los lectores en nuestras propias vidas y las calificamos como "kafkianas".

Tratándose de un escritor cuyo mundo es tan opresivo y angustioso, ¿qué me hizo sonreír?

Para ser precisos, quizás no debería decir que el libro es de Kafka, aunque gran parte de su contenido fue escrito por él.

El autor es Reiner Stach, el mismo que escribió la magistral trilogía sobre la vida del enigmático novelista llamada "Kafka: los años de las decisiones", tan exhaustiva e intrépida que es un punto de referencia.

Para poder escribir tan contundente biografía, exploró todo lo que pudo durante una docena de años, y encontró muchas joyas.

Y eso era lo que yo estaba leyendo, el libro en el que reunió esos tesoros: "¿Ese es Kafka? 99 hallazgos".

Stach nos ofrece bocaditos en forma de cartas, dibujos, fotos, recibos y hasta canciones que van erosionando la imagen estereotipada de un Kafka neurótico y sombrio.

Hay maravillas, como esta carta que un lector le escribió a Kafka, que definitivamente está entre mis hallazgos favoritos:


Estimado señor,

·

Usted me ha hecho muy desdichado. Compré su Metamorfosis y se la di a mi prima. Pero ella no pudo encontrarle el sentido a la historia. Mi prima se la dio a su madre, pero ella tampoco pudo explicársela. Su madre le dio el libro a mi otra prima y ella tampoco lo entendió.

·

Ahora me escribieron. Se supone que les tengo que explicar la historia pues yo soy el doctor de la familia. Pero estoy desconcertado. ¡Señor! Pasé meses en las trincheras peleando con los rusos y no me inmuté. Pero si mi reputación con mis primas se va al diablo, no lo soportaría.

    · Sólo usted me puede ayudar. Tiene que hacerlo pues fue usted el que me metió en este lío. Así que por favor dígame qué debe pensar mi prima cuando lee Metamorfosis.

    · Sincera y respetablemente suyo,

Dr. Siegfried Wolff

Y Stach comprobó que no era una broma de algún amigo. Realmente existió un lector de Kafka llamado Siegfried Wolff, quien en 1917 vivía en Charlottenburg.

Así el libro va revelando un Kafka que no puede mentir pero que hizo trampa en los exámenes en la escuela; que hacía los ejercicios que dictaba un gurú danés; que pintaba, tomaba cerveza y hacía preciosos regalos con sus propias manos.

Un Kafka al que Stach conoció a pesar de que no se lo habían enseñado.

"En el colegio no nos decían nada de él, pues nuestros profesores habían sido entrenados durante el período nazi y aparentemente no aprendieron nada nuevo en la posguerra", le dijo Stach a BBC Mundo.

"Por eso leí a Kafka en privado, sin ninguna ayuda o una comprensión más profunda. Pero unos 10 años después, me gané una colección de sus obras en un concurso literario, y leí sus cartas y diarios por primera vez".

"La veracidad absoluta y genio literario de esos documentos me dio una sacudida que sigo sintiendo todavía", confiesa el escritor.
De esos 99, ¿cuáles son sus favoritos?

Le pregunté al experto, y estos son los que escogió.
    
"Es un buen ejemplo de cuánto le gustaba a Kafka la simplicidad. Para él, la simplicidad era un criterio de excelencia en el arte", explica Stach.

La canción se llama "Adiós pequeño callejón", y para darnos una idea, aquí está uno de sus versos:

Hay otras ciudades pequeñas, otras damas aquí para ver; Ah, pero sólo otras damas, no la única para mí"

"El autor no dormía casi nunca. Es interesante ver lo que pasa cuando escribe y apenas ha dormido", dice Stach.

En el libro, hay ejemplos de esas erratas que intrigan a Stach, como éstas, encontradas en el manuscrito de "El proceso", en el que Kafka siempre usa las iniciales F.B. en vez del nombre completo del personaje Fräulein Bürstner.

Como muestra la imagen superior, en dos páginas consecutivas escribe inicialmente F.K. y tiene que corregirlo.

Stach señala que se puede especular sobre el significado: puede ser que el equívoco se debiera sencillamente a su nombre, Franz Kafka, pero quizás sea porque tenía en mente a Felice Kafka o Fräulein Kafka, que es como se habría llamado Felice Bauer de no ser porque su compromiso se había roto unas pocas semanas antes.

A Stach le gusta este relato porque "el contenido y la forma se combinan a la perfección en este texto. Es imposible leerlo en voz alta sin reír".

¿Una probadita?

El texto es parte de una carta que Kafka le escribió a Felice Bauer en 1910, sobre un acto en el que Otto Pribram, el presidente del instituto de seguros de accidente de los trabajadores, estaba siendo homenajeado. "Yo tenía una razón especial para estar agradecido con él", cuenta el mismo Kafka, refiriéndose a que le había dado trabajo a pesar de ser judío.

Sin embargo, le dio uno de esos inexplicables ataques de risa con los que tantos estamos familiarizados, tan inoportuno como incontrolable y que se desató con toda su fuerza durante el discurso de su superior.

Al principio sólo me estaba riendo de los inofensivos chistes que el presidente salpicaba aquí y allá; pero mientras que la ley nos dice que respondamos a esos chistes sólo con un sonrisa respetuosa, yo ya estaba dejando escapar carcajadas...

Por supuesto, una vez empecé a reírme, ya no era del chiste que acababa de contar sino de todos los previos y los que estaban por venir, y todos ellos juntos.

    · Una sensación de incomodidad invadió a todos, con la excepción del presidente, quien (...) nunca podría siquiera considerar la posibilidad de que lo trataran irrespetuosamente.


"Kafka relata la penosa presentación de un escritor. Su visión siempre era implacable pero nunca cínica", le dijo a BBC Mundo Stach, para explicar la razón de que le guste este escrito.

Se trataba de una ocasión en la que el autor Bernhard Kellermann -recordado por la novela de ciencia ficción "El túnel" de 1913, uno de los libros más exitosos de principios del siglo pasado y que ha sido adaptado numerosas veces para el cine- se presentó para leer "un trabajo inédito de su pluma", según dijo el autor al comenzar la función.

Kafka lo describe como "un escritor mediocre con algunos pasajes buenos" y como "un hombre honesto que quiere leer lo que prometió, pero la audiencia no lo dejó".

"Pues se aburrió tanto con su estilo de lectura que, a pesar de algunos pobres intentos de crear suspenso, la gente se fue yendo, una por una, con tanto entusiasmo que parecía que otra persona estaba leyendo en el salón de al lado".

"Es maravilloso cómo Kafka juega con la literatura", exclama Stach cuando le pregunté por qué eligió esta pieza.

"Un escenario absurdo se le atraviesa por la mente y paso seguido siente la tentación de convertirlo en un texto. El significado... pues, el lector es quien debe ocuparse de eso", apunta Stach.

¡De acuerdo!

No puedo traducir todo el texto que escribió Kafka, pero créanme que es una maravilla.

Empieza así:

    ·Mis manos empezaron a pelearse. Cerraron bruscamente el libro que estaba leyendo y lo hicieron a un lado para que no las molestara.

    · Me saludaron y me denominaron su árbitro. Y de una vez, los dedos se entrelazaron y se empezaron a perseguir a lo largo del borde de la mesa, a la derecha y luego a la izquierda, dependiendo de cuál mano empujaba con más fuerza.

    ·Si son mis manos, tengo que ser un juez justo, de lo contrario tendré alrededor de mi cuello la carga de una mala decisión.

    Stach escogió este episodio porque "la simpatía que le tenía Kafka a los niños ha sido confirmada por muchos testigos. Esta es una evidencia estupenda".

Nuevamente, unas líneas:
Cuando una niña de 4 años, que parece existir solamente para que la beses y la abraces, resulta ser tan fuerte como un pequeño oso y se abalanza contra ti y sus dos hermanas la ayudan y todo lo que tienes atrás es una baranda (...). Es casi el final de la historia y luego es casi imposible describir cómo te rescataron.
    
"Todo", declara Stach en conversación con BBC Mundo, "hasta los últimos desarrollos técnicos pueden ser una oportunidad para que se desate su imaginación".

Esto es lo que Kafka imaginó: "La invención de una mezcla entre el teléfono y un fonógrafo realmente no puede ser tan difícil (...). Más difícil, pero sin duda posible, sería una combinación entre el gramófono y el teléfono (...) [Esa] combinación no sería muy importante en general. Sólo para la gente como yo, que le tiene miedo al teléfono, sería un alivio. Pero la gente como yo le tiene también miedo al gramófono, así que nadie nos puede ayudar".

Aunque era tímido y escéptico de los artilugios técnicos, le fascinaba la gente que sabía cómo usarlos sin dificultad, incluida su prometida Felice Bauer, quien trabajaba para Carl Lindström AG, haciéndole publicidad al fonógrafo.

La razón para que este sea uno de los hallazgos preferidos de Stach es clara: "Descubrir a Kafka en una foto histórica... eso no pasa todos los días".

La novena pieza escogida por Stach de las 99 que recogió es también la última del libro: el obituario que escribió la periodista y traductora Milena Jesenská para un diario checo.

"Milena Jesenká apenas tuvo unas horas para escribirlo. Previamente había pasado sólo unos pocos días con Kafka. No obstante, logró escribir un retrato que de lejos es el más convincente", le dijo Stach a BBC Mundo.

Ese retrato termina con las palabras:

Era un hombre y un artista poseedor de una consciencia tan escrupulosa que se mantuvo vigilante incluso cuando otros, los sordos, ya se sentían seguros"
Milena Jesenká, tras la muerte de Franz Kafka, el 3 de junio de 1924.
Dalia Ventura, BBC

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