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CAUSA ABIERTA

Acta de defunción para el paraíso de las islas Marshall

Acta de defunción para el paraíso de las islas Marshall

En París la diplomacia del mundo discute por enésima vez qué medidas deben tomarse –y en general no se toman- para frenar el proceso de calentamiento global que amenaza al planeta entero, pero en particular a ciertas zonas más vulnerables.

Entre estos representantes diplomáticos está el ministro de Relaciones Exteriores de las Islas Marshall, una pequeña nación compuesta por un sinfín de islas en medio del Pacífico Sur. Tony A. deBrum conoce de primera mano las consecuencias del cambio climático y es testigo de las historias de sus compatriotas, mucho de los cuales –como informó el martes el New York Times en un reportaje especial- deben encargarse todos los días de sacar el agua salada que entra en sus precarias casas.

deBrum está en un hotel de lujo de París pero no solo pelea por un cambio importante en la política climática. De su lucha depende el destino de innumerables habitantes de las islas que componen su nación. Allí viven 70.000 personas.

La carta debajo de la manga de este diplomático es la particular relación que une a este país con Estados Unidos, consecuencia sobre todo del papel que jugó durante la Segunda Guerra Mundial como base para las operaciones en el Pacífico sur. Según un tratado de 1986, los residentes de las Marshall pueden emigrar a EEUU libremente. Si las aguas suben, seguramente deberán hacerlo.

El acuerdo deriva de una relación compleja entre ambos países; durante la Guerra Fría, EEUU detonó 67 bombas atómica en el atolón de las Bikini y el de Enewetak, para lo cual tuvo que hacer emigrar a otras islas a los habitantes de esos lugares.

Las islas Marshall son un grupo de unas 1000 islas ubicadas entre 29 estrechos atolones de coral en el Pacífico Sur.

La lucha de deBrum es solo una entre muchas de naciones, casi todas subdesarrolladas, que ven amenazado su futuro y economía por las consecuencias del calentamiento global que, en su enorme mayoría, es causado por las emisiones de países ricos e industrializados. Bangladesh prevé que el 17% de sus territorios quede bajo agua hacia 2050, lo que haría que 18 millones de personas debieran reubicarse.

El debate es intenso en París porque las naciones amenazadas por el calentamiento global deben lograr –tarea que hasta hora parece imposible- que los países más ricos paguen miles de millones de dólares para que los más vulnerables busquen salidas a sus complejas situaciones.

Hasta el momento, ninguna de las denuncias de los países afectados ha dado demasiado resultado: los industrializados no han cambiado radicalmente sus políticas de emisión de gases que favorecen el calentamiento de la tierra (en particular, Estados Unidos, uno de los principales emisores) ni tampoco se han comprometido financieramente lo suficiente como para marcar un cambio.

La diferencia entre las islas Marshall y otros países, es que la amenaza es real y constante y sonante. A medida que el planeta se sigue recalentando cada vez se derriten más las placas de hielo de Groenlandia y la Antártida, lo que deriva indefectiblemente en la suba del nivel del mar que, según proyecciones científicas, será de entre 30 centímetros a un 1.20 metros.

Las Marshalls están solo a 1.80 metros por encima del mar, lo que las ubica en un límite más que complicado para la supervivencia. Algunas de las islas tienen poco más de kilómetro y medio de ancho .

Como consecuencia de su particular y comprometida situación, además de la especial relación que une a las Marshalls con EEUU, el gobierno del presidente Barack Obama ha tomado la situación de esta nación como baluarte para intentar hacer avanzar la causa del calentamiento global en un país donde buena parte de la derecha incluso llega a negar esta realidad comprobada por innumerables reportes científicos internacionales.

Los esfuerzos, sin embargo, no han sido del todo exitosos, pero la realidad es que las islas siguen siendo un lugar estratégico para EEUU, porque en uno de los atolones más grandes se asienta el sitio de Defensa Balística Ronald Reagan, donde viven 1.200 estadounidenses en la base militar con un presupuesto de 182 millones de dólares. Esta isla, llamada Kwajalein, ya está sufriendo el impacto de la suba del nivel del mar, incluyendo una inundación masiva que en 2008 dejó a la base militar sin agua potable.

Para salvar a su país, deBrum planea elevar las ciudades en casi dos metros y construir nuevos sistemas de drenaje, lo que –considera- podría extender su supervivencia por unos 20 años.
Medio grado más o menos: la supervivencia

Igual que las Marshalls, también Tuvalu o las Bahamas jugaron esta semana un papel protagónico en la cumbre climática de las Naciones Unidas de París. Enele Sopoaga, primer ministro de Tuvalu –una nación insular ubicada en la Polinesia, entre Hawai y Australia, fue claro en su exposición: el futuro de su país ya es "oscuro", imaginen cómo será si el calentamiento se incrementa; significará "destrucción total".

"¿Qué harían si estuviera en mi lugar? Creo que ningún líder que esté en esta sala carga sobre sí el nivel de preocupación y responsabilidad que tengo yo", dijo, según reportó Mashable. "Nuestro pedido es sencillo: que nos aseguren el futuro y el futuro de nuestros hijos".

El poder político de estas pequeñas naciones, muchas de ellas compuestas en gran parte por islas, es escaso o nulo en la mayoría de los casos. Sin embargo, aliados en un grupo llamado AOSIS, lograron reunir a un grupo de naciones que tienen un punto en común: se ven amenazadas de forma grave y perentoria por el cambio climático. De esta manera han logrado una voz que se hace escuchar en los pasillos de la diplomacia de la ONU.

Obama ha reconocido esta voz desesperada y por eso eligió reunirse solamente con este grupo de líderes, el martes 1 de diciembre, cuando visitó la cumbre. "Soy un chico isleño", dijo refiriéndose a su niñez en Hawai e Indonesia.

La lucha de estas naciones tiene una meta clara: marcar un objetivo de incremento de temperatura para 2100 de no más de 1.5 grados Celsius por encima de las temperaturas preindustriales. En cambio, la meta planteada para esta cumbre fue de 2 grados Celsius. Esta pequeña diferencia significaría el fin de muchas de estas islas.

Un reciente reporte publicado por el grupo de investigación científica y periodística Climate Central, reveló que si se incrementa la temperatura en 4 grados centígrados, el 93% de la población de las Islas Marshall, el 88% de las islas Cayman, el 81% de los habitantes de Tuvalu y el 77% de los residentes en Kiribati, estarían en riesgo.

En cambio, si el incremento fuera de 2 grados Celsius, Kiribati y las Maldivas rebajarían su población en riesgo en 48 y 42 puntos porcentuales, respectivamente.

Los partidarios de los 1,5° aseguran representar a 108 países y prometen que lucharán para que ese objetivo sea mencionado en el acuerdo final de la conferencia de París.
¿Por qué los dos grados?

La comunidad internacional acordó en 2009 limitar a +2°C el aumento de la temperatura mundial en relación a la era preindustrial con el objetivo de evitar graves consecuencias para el planeta.

Pero algunos países consideran que esta objetivo no es suficiente y en noviembre, en Manila, 43 países especialmente vulnerables pidieron limitarlo a +1,5º.

Esta cuestión es uno de los temas de debate en la conferencia del clima de París (COP21) que empezó el lunes en presencia de unos 150 jefes de Estado y de gobierno.

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