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CAUSA ABIERTA

El Congo implementará la cría de insectos contra el hambre

El Congo implementará la cría de insectos contra el hambre

No hay escasez de proteínas en el mercado de Gambela, en Kinshasa, donde hay desde vacas a antílopes y serpientes. Pero es en los cubos de metal vibrantes por el zumbido de los grillos, las termitas y los gusanos donde está el comercio más activo.

Los expertos esperan que el amor por los insectos comestibles en la República Democrática del Congo pueda suponer la clave para acabar con el hambre, muy extendida entre sus cerca de 65 millones de habitantes, fomentando un hábito de consumo milenario.

Seis millones y medio de personas viven en inseguridad constante respecto a su alimentación en el gigantesco país en el centro de África, de acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos, en gran medida debido a la escasa producción agrícola y a la persistente violencia en la turbulenta zona este del país.

Los insectos comestibles, que sólo ahora están empezando a granjearse la aceptación de Occidente, han estado durante mucho tiempo entre los platos más populares del Congo. A menudo se sirve como tapa en los bares o en ocasiones especiales, a la parrilla y servidos habitualmente con limón, pimiento picante y cebolla.

"Esta es la comida principal de los congoleños", dijo Marie-Colette Bena, que vende ropa en el mercado. "Estoy orgullosa de comer esta comida".

La familia media en la capital, Kinshasa, consume en torno a 300 gramos de orugas a la semana, de acuerdo con un estudio de la ONU, pero los suministros de insectos pueden ser estacionales y generalmente son más caros que otros tipos de comida.

En Kinshasa, un kilo de grillos cuesta en torno a 50 dólares, más del doble que el precio de la carne.

El ministro de Medio Ambiente del Congo, junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), esperan poder capitalizar el gusto de los congoleños por estos alimentos crujientes con un nuevo programa que promueve la cría de insectos, una iniciativa que podría aumentar su disponibilidad y hacer sus precios más asequibles.

El proyecto, que comenzará en octubre, incluirá la formación de doscientas personas -la mayoría mujeres- en el oeste del Congo para criar orugas y grillos. Laurent Kibeba, que supervisa el plan para la FAO, dijo que sería la primera iniciativa de este tipo en todo el planeta.

Se organizará un centro nacional para promover la cría de insectos, y la FAO trabajará con el gobierno para establecer leyes que regulen el sector.

EL ALIMENTO IDEAL

A pesar de que la FAO estima que los congoleños consumen unas 14.000 toneladas de insectos cada año, Kibeba dijo que no había granjas dedicadas específicamente a criarlos. En lugar de eso, los recolectaban talando árboles o excavando en el suelo.

Kibeba dijo que la cría durante todo el año podría aumentar enormemente la producción, actualmente limitada por las variaciones estacionales y la disponibilidad de las diferentes especies.

"Para combatir la malnutrición, esta es una comida ideal", dijo Paul Monzambe, profesor de agronomía en la Universidad Nacional Pedagógica de Kinshasa, que colabora en el programa.

"La crisis es tal que tenemos que pensar en todos los posibles enfoques".

En un informe de 2013, la FAO alabó la cría de insectos y dijo que se trataba de una herramienta práctica y respetuosa con el medio ambiente para aumentar la producción de comida cuando no es suficiente para abastecer el ritmo de crecimiento de la población.

El informe señala que los insectos son valiosos, ampliamente consumidos y que poseen niveles altos de proteínas, grasas, vitaminas, fibra y minerales. Por lo general, requieren menos comida y dan más carne por kilo que las fuentes de proteínas tradicionales.

Los insectos también se pueden criar en espacios cerrados con muy poca inversión de capital, disminuyendo las barreras de entrada para las mujeres, que habitualmente tienen problemas para conseguir tierras y financiación.

El incremento de la producción debería hacer que los precios cayesen, permitiendo a los congoleños consumir más de sus aperitivos favoritos. Eso es música para las orejas de Monzambe.

"Soy un gran consumidor", ríe. "¡No puedo pasar una semana sin comerlos!".
Reuters

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