Blogia
CAUSA ABIERTA

Brasil, el azote de los países ricos

Brasil, el azote de los países ricos

Brasil se ha vuelto un azote constante de las políticas económicas de los países ricos, una actitud que según expertos refleja su ascenso en la escena global pero también puede desgastarlo en la escena internacional.

Ya sea en centros de poder de Washington y Europa o en foros globales, las autoridades brasileñas critican una y otra vez el manejo monetario de las naciones desarrolladas y los planes de austeridad fiscal de Europa.

Convertido en sexta economía mundial, Brasil es además uno de los países que reclama con más firmeza una reforma del Fondo Monetario Internacional (FMI) para aumentar el poder de los emergentes en el organismo.

Algunos especialistas creen que el gigante sudamericano se convirtió así en el mayor contestatario del club de potencias emergentes conocido como BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) hacia las economías desarrolladas.

“En la agenda puramente económica, Brasil es sin dudas el que tiene la voz más rigurosa contra Estados Unidos y Europa”, dijo Mauricio Santoro, experto en política exterior de la Fundación Getúlio Vargas, con sede en Río de Janeiro.

La propia presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha llevado a Europa y a Washington sus críticas a lo que define como un “tsunami monetario” de países ricos que cree que perjudican a las economías en desarrollo.

La queja es que las políticas de las naciones desarrolladas para enfrentar la crisis, por ejemplo a través de la baja de las tasas de interés, causaron una gran liquidez de divisas que van a países emergentes, valorizando sus monedas y quitándoles competitividad.

Este mes Rousseff expresó esa crítica en la Casa Blanca frente al presidente anfitrión, Barack Obama, y en marzo lo hizo al visitar Alemania para reunirse con la canciller Angela Merkel.

Aunque Obama prefirió guardar silencio ante el comentario público de Rousseff, Merkel replicó con una crítica al “proteccionismo y medidas unilaterales” de los países, que muchos vieron dirigida a Brasil.

En enero, Rousseff fustigó las políticas de ajuste fiscal en los países ricos que a su juicio responden a un “modelo conservador” que en el pasado impidió el desarrollo de Brasil y aumentó su pobreza y exclusión social.

“Hoy esas recetas fracasadas están siendo propuestas nuevamente para Europa”, afirmó frente a representantes de movimientos sociales de diversos países que asistieron a un foro en Porto Alegre.

Rousseff también aludió en diciembre a la necesidad de tener un piso mínimo de protección social ante el problema del “desempleo en los países avanzados y la perspectiva de retroceso en las políticas sociales”.

El fin de semana, el ministro brasileño de Finanzas, Guido Mantega, lanzó en Washington fuertes críticas al FMI, su falta de cambios internos y sus técnicos que insisten en “dar consejos que nadie les ha solicitado”.

“La resistencia que están mostrando algunos países a la hora de acatar los acuerdos a los que llegamos (…) es profundamente dañina para esta institución”, dijo Mantega en alusión a la reforma del FMI que daría más peso a los emergentes en detrimento de Europa y Estados Unidos.

Durante la reunión del Fondo en Washington, Brasil tuvo un papel destacado para que los BRICS esperen hasta la reunión del G20 en junio para definir cuánto dinero aportarán a fin de aumentar los recursos del FMI contra la crisis.

A diferencia de India, Brasil ha dicho sin ambages que ese desembolso depende de los compromisos de reformas en el FMI.

“Los brasileños están enviando un mensaje: hemos crecido”, dijo Nancy Birdsall, presidenta del Centro para el Desarrollo Global, una institución con sede en Washington.

“Quienes pensamos en estos temas damos la bienvenida al hecho de que retroceda el viejo estilo en el que las economías avanzadas y en especial Estados Unidos hacían prácticamente lo que querían”, dijo Birdsall a BBC Mundo.

A su juicio, entre los BRICS “Brasil está en la mejor posición para pedirle cuentas a Occidente”, porque Rusia tiene otros intereses y disputas en temas de seguridad, petróleo o democracia; India es más pobre y atiende problemas domésticos, y China también es más pobre y tiene menos apertura democrática.

Birdsall dijo que el reciente apoyo de Brasil a la ministra nigeriana de Finanzas, Ngozi Okonjo-Iweala, para presidir el Banco Mundial sabiendo que perdería ante el candidato de Estados Unidos, Jin Yong Kim, buscó mostrar la necesidad de “más apertura (y) transparencia” en esa institución.

Sin embargo, también hay indicios de que las actitudes de Brasil pueden generar cierta molestia en los países desarrollados.

Stephen Johnson, director del programa Américas en el Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos, otro centro de análisis basado en Washington, afirmó que el discurso público de Brasil puede diferir del privado.

“Muchas veces Brasil quisiera tener una voz fuerte, pero en privado habla en tonos mucho más moderados”, sostuvo este exencargado de América Latina en el Departamento de Defensa durante el gobierno de George W. Bush.

“Brasil tiene que pisar en dos mundos: el de países que todavía están en desarrollo y el de países que ya han llegado”, dijo Johnson a BBC Mundo. “Para mantener sus credenciales con el mundo que todavía se está desarrollando, tiene que hablar un poco fuerte sobre los países ricos”.

Santoro sostuvo que Brasil sufre un “desgaste” por la actitud crítica que ha adoptado, pero dijo que eso responde a la coyuntura y la autonomía que el país siempre buscó en foros internacionales.

“Es parte del juego”, advirtió. “Hay momentos en los que, para defender intereses nacionales, los países terminan desgastándose aún con sus aliados y socios económicos”. BBC

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Recetas fracasadas”

0 comentarios