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CAUSA ABIERTA

Cómo manejar los sentimientos de tristeza y nostalgia que pueden presentarse en Navidad

Cómo manejar los sentimientos de tristeza y nostalgia que pueden presentarse en Navidad

Por distintos motivos, no todas las personas llegan a fin de año con ánimo de celebrar: los balances, los encuentros, las pérdidas y los duelos causan nostalgia. No hay otra época de tantos contrastes emocionales como diciembre: mientras unas personas entran en estados de euforia y de gran actividad por las novenas, las fiestas de despedida, las reuniones y las compras, otros resultan invadidos, muchas veces sin saber por qué, por una sensación de nostalgia que se acerca mucho a la tristeza e incluso a la depresión.
Entre estos últimos, vale decirlo, están aquellos que suspiran con alivio cuando la temporada navideña termina oficialmente: "No son, como a veces tiende a pensarse, seres emocionalmente desequilibrados. Al contrario, cualquiera, dependiendo de las condiciones en las que llega a esta época del año, está expuesto a experimentar la llamada depresión navideña", dice el psiquiatra Rodrigo Córdoba, vicepresidente de la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas.
Las causas por las cuales se cae en estos estados de nostalgia son variables.
"Se da una regresión a la infancia a la luz de elementos como el árbol, las luces, los regalos y la estética navideña; todo eso nos hace propensos a experimentar sensaciones que se tuvieron en la niñez, como la alegría y la magia, que en la adultez generan nostalgia", explica la psiquiatra Olga Albornoz.
Este sentimiento se exacerba cuando a la Navidad se llega tras un año en el que se han experimentado eventos traumáticos, como la pérdida de un ser querido o de un trabajo, una ruptura amorosa o un fracaso personal o económico. "Hay un cordón entre el pasado y el presente que puede traer a la memoria eventos dolorosos y difíciles, no resueltos, que causan tristeza, melancolía y, en su grado extremo, depresión", explica Córdoba.
¿Hay que preocuparse?
Lo primero que hay que decir es que la mayoría de estos estados de melancolía son normales, "la depresión es otra cosa", dice Córdoba.
La depresión es una enfermedad psicológica en la que prevalece un estado de ánimo con ciertas características que duran, como mínimo, dos semanas y que no están ligadas a otra enfermedad, "el apetito y los patrones de sueño se alteran, se siente desgano permanente, desmotivación, falta de energía, ganas de llorar, mucha tristeza e incluso incapacidad para disfrutar las cosas de la vida", dice Albornoz.
Ambos especialistas insisten en que es normal experimentar cierta nostalgia en Navidad, de hecho todos pueden sentirla en algún grado, "lo que es anormal es que la tristeza tome otras dimensiones e interfiera con las actividades diarias; si ese es el caso, es necesario consultar".
Es importante tener presente que hay quienes, sin darse cuenta, tienden a llenar los vacíos emocionales y a espantar la tristeza dando rienda suelta a las compras y al consumo excesivo de comida y alcohol. "Estas personas sienten que comprar disminuye su tristeza, porque su organismo aumenta el nivel de algunas sustancias, como la serotonina, que mejoran el estado de ánimo. El problema es que al terminar la temporada, la sensación de vacío tiende a regresar", dice Albornoz.
Para tener en cuenta
Una persona deprimida o triste prefiere la soledad y se estresa cuando se siente obligada a aceptar invitaciones o a celebrar. Presionarla es contraproducente.
Para apartar la pena no es necesario saturar los centros comerciales y llevar al límite las cuentas. Regalar y autorregalarse es sano, sin perjudicar el bolsillo.
Las personas con tendencias adictivas están en mayor riesgo en esta época. Ellas y sus cercanos deben hacer un esfuerzo por recuperar el sentido auténtico de la Navidad, lo que incluye participar en celebraciones en las que prime lo espiritual, no la gula o el alcohol.
¿Qué hacer cuando se avecina una pérdida?
Una de las situaciones más traumáticas que se enfrentan en estas fechas es la inminente pérdida de un ser querido, aquejado por una enfermedad que no tiene cura.
Aunque cada caso es distinto, y lo más aconsejable en esta etapa es que tanto el paciente como la familia cuenten con apoyo y asesoría profesional cuando se necesite, no está de más tener en cuenta orientaciones como las señaladas por Isa Fonnegra de Jaramillo en su libro 'Morir bien':
Debe respetarse la personalidad del enfermo. Si ha sido callado y reservado siempre, lo más probable es que siga así hasta su muerte.
La familia debe entender que quien vive una enfermedad grave la percibe de múltiples maneras. Habrá días en que predomine la esperanza, otros en los que la preocupación es su deterioro físico y algunos en que se sienta invadida por sentimientos de angustia y aniquilación.
La percepción variable del enfermo hace que quiera compartir más con unas personas que con otras. Elige un interlocutor para cada caso, aquel con quien mejor se siente.
Es importante respetar el estilo de cada individuo para enfrentar su problema y no tratar de minimizarlo. Evite frases como 'eso no es nada, tranquilo' o 'tómelo positivamente'.
Es clave que toda la familia tenga una explicación médica clara de la naturaleza y el avance de los síntomas. Esto facilita una comprensión y una valoración de los mismos.
Procure no cambiar radicalmente las costumbres familiares, salvo las indicadas por el médico, en razón de la salud de la persona enferma. (Informe de El Tiempo)

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