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CAUSA ABIERTA

España al Mundial con aire de invencibles

España al Mundial con aire de invencibles

Bastó una victoria ante Estonia a los puntos, sin la alegría, el entusiasmo y el brillo de otras veces, para que España confirmara aritméticamente la certeza ya existente de que estará en el Mundial. El gol de Cesc, el talante emprendedor de Silva, algunos muletazos de Xavi y el arreón final de los suplentes estuvieron por un encima de un partido sin ángel. Quedó el mensaje de que no siempre será fiesta en esta fabulosa Selección, cuya grandeza también radica en su capacidad para ganar sin desgastar motores.
Ya sabemos cómo se ha sentido Brasil en muchos momentos de su historia, los que rodearon a sus cinco títulos mundiales, cuando ganaba jugando con excelencia y también a medio gas, cuando sus seleccionadores escogían entre los muy buenos y los mejores, cuando su suficiencia le permitía no pedir nunca la hora. Así anda ahora España, tomándose las fases de clasificación como una pasarela para exhibir su fútbol de colección, rotando jugadores (entre 18 y 20 son insuperables) sin aminorar la velocidad de crucero, disfrutando mientras sufren las selecciones de su entorno, en otros tiempos fantasmas patrios. En Suráfrica hemos quedado inscritos a falta de dos jornadas sin ceder un punto y con la felicidad en el rostro.
Y eso que ante Estonia tuvo la Selección un arranque en frío y se tragó dos inesperados gañafones al comienzo de la faena: un cabezazo franco de Kink y un taconazo inquietante de Zejov. En ese sosiego clasificatorio se embobó el equipo de Del Bosque con fútbol sin velocidad, corto en los laterales y sin profundidad en el despliegue. Fue un respiro entre el vapuleo a los belgas y la puesta en marcha ante los estonios. Porque a partir del minuto 22, la Selección retomó ese aire invencible por el camino más corto, el que marcan sus 'pequeños', Xavi y Silva en esta ocasión. El blaugrana vertebró al equipo por dentro, con insistencia, tenacidad, sabiduría, paciencia y profundidad. Aquel cerebro que guió a España a un Mundial juvenil se ha convertido en el mejor centrocampista puro del mundo.
Silva fue el gran arma de la periferia, arrancando desde la derecha, desbordando por fuera y ofreciéndose por dentro para construir paredes asesinas. En una de ellas llegó el 1-0. Cesc puso el principio, recuperando la pelota, y el final, con un remate de derecha tan suave como inalcanzable para Pareiko; Silva, el toque con el exterior, que inutilizó el blindaje estonio. Pero antes y después España tenía ya a su rival contra el paredón. Y si aquello no acabó en una carnicería fue por la noche tonta de Torres en el remate. El 9 del Liverpool nunca ha andado suelto con el gol en la Selección, aunque lleve su sello el que nos dio la segunda Eurocopa. Y ahí quedará para la filmoteca, junto al de Marcelino, pero difícilmente encabezará la lista histórica de anotadores nacionales. Ante Estonia siempre le faltó un centímetro, una décima, un punto de atención o una pulgada de fortuna. El caso es que vació el cargador sin dar en blancos que parecieron fáciles. Del Bosque le ahorró la media hora final, que tampoco pintaba bien para él.
La falta de oposición fue apagando el partido, pese a los intentos del seleccionador por espabilarlo con los cambios: Güiza, Cazorla y Mata. Todos meritorios con margen de mejora por delante. Ellos dieron el empujón final hacia la tranquilidad, a mayor gloria del centrocampista del Villarreal, que cazó un balón en el área pequeña y se apuntó el 2-0, y del zurdo del Valencia, que desde el mismo sitio, abrochó el duelo de Mérida.
El ensayo, al menos, sirvió para mostrar la amplitud del grupo. Ha vuelto Senna, donde acaba casi todo para el rival y empieza casi todo para España. Aporrea la puerta Cesc, del grupo de creadores, quizá el que tiene mejor llegada. Así lo atestigua su gol, arrancándose de lejos y culminando en el tendido del 9. Luce Villa en la izquierda, aunque tuvo menos desborde y menos iniciativa que ante Bélgica, quizá porque los estonios llegaban ya demasiado advertidos del peligro. Los de atrás no tuvieron exigencia, salvo en los momentos iniciales. Poner a prueba su robustez parece sólo al alcance de una decena de selecciones. Y aprietan los del banquillo, transfusión de energía para cuando llegue la hora de la verdad en Suráfrica.

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