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CAUSA ABIERTA

Evangelista en Arkansas controlaba las vidas de sus seguidores mediante circuito cerrado de televisión que rodeaba la casa

Evangelista en Arkansas controlaba las vidas de sus seguidores mediante circuito cerrado de televisión que rodeaba la casa

Cuando el evangelista Tony Alamo tomó como esposa a una niña de 14 años, narra la joven, le prohibió a ella ver a su padre y sólo lo veía mediante los monitores de las cámaras de seguridad que rodeaban a la casa del líder religioso. Sólo había unas paredes y puertas entre ella y su propio padre, pero no podía salir a saludarlo. Salir de la casa de Alamo sin permiso era inconcebible. A ella le habían enseñado que Alamo era un profeta, que era "el escogido de Dios" y tenía miedo de él. "Me sentía incómoda de pedirle a Tony poder ver a mi papá", dijo la mujer, ahora de 20 años, al testificar durante un juicio federal contra el ministro evangélico bajo cargos de cruzar los límites interestatales para tener relaciones sexuales con niñas. "¿Así que usted tenía que pedirle permiso a Tony para salir y ver a su padre?", le preguntó un fiscal. "Sí". La mujer, que hace tres años escapó del complejo de Alamo en Arkansas, es una de muchas personas cuyo testimonio arrojó luz sobre la controversial secta del evangelista. Dijeron que Alamo tomaba las decisiones: quién se casaría, qué niños recibirían enseñanza en la escuela, quién recibiría ropa y a quién se le permitiría comer. También escogió con cuales de sus seguidoras se "casaría", dijeron los testigos, incluyendo una niña de 8 años. "El tenía el control de todo", testificó una mujer de 30 años que dijo que era la prometida de otro niño. Las familias cambiaban de un estado a otro bajo las órdenes de Alamo, viviendo en apartamentos, remolques o casas propiedad del ministerio. La iglesia tenía nombres en código: Alamo era "Papá Tony", los miembros nuevos eran "cristianos bebé" y los pocos sospechosos que vivían fuera de su comunidad eran "cristianos visitantes". En sus complejos en Arkansas, a los estudiantes se les instruía en asuntos aprobados por Alamo. Los temas de biología que cualquier estudiante estadounidense ve durante el noveno grado de primaria estaban prohibidos porque el material hablaba de sexo, declaró un testigo. Alamo empezó a separar a sus feligreses por sexo en la década de 1990. Luego de ser hallado culpable en 1994 por evasión fiscal, cumplió una sentencia en prisión, pero cuando salió, hermanos y hermanas vivían vidas separadas, dijo otra mujer. En la década de 1980, el ministerio de Alamo vendió a celebridades chaquetas de mezclilla diseñadas finamente por sus miembros. Más recientemente, los seguidores del evangelista que vivían dentro del complejo llenaban formularios para todo lo que necesitaban, desde ropa hasta artículos de baño. El propio Alamo aprobaba todos los gastos, dijeron testigos. La casa de Alamo, entretanto, tenía televisión, una piscina y potros en el traspatio: lujos increíbles para una vida que alguien describió como apenas por encima del mínimo vital. Esos lujos llevaron a por lo menos una madre a insistirle a su hija menor de edad que se volviera esposa de Alamo, según los testimonios. Algunos de los padres y madres conducían camiones con remolque para transportar los bienes producidos en los negocios de Alamo. Aunque el gobierno federal confiscó muchas de las propiedades del ministerio cuando Alamo fue sentenciado a cuatro años en prisión por evasión fiscal, la mujer de 30 años recordó a los feligreses que estaban obligados a envolver dulces para la compañía de distribución del ministerio. Las familias tenían prohibido guardar alimentos en sus casas, dijo la mujer de 20 años. Alamo también le prohibió a sus seguidores comer carne o productos lácteos. En cierto momento, durante una escala en un aeropuerto de Las Vegas, la mujer dijo que ella y otra "esposa" de Alamo cometieron un pecado: comieron un pedazo de pizza. Algunas veces, Alamo se abstuvo de proveerle bienes necesarios a sus seguidores a fin de usar ese dinero para imprimir los textos apocalípticos de la iglesia. Esos volantes que delineaban todo tipo de temas, desde la creencia de Alamo en los platillos voladores hasta su odio hacia el Vaticano, sirvieron como columna vertebral del ministerio después que dejó de predicar debido a su fallo de culpabilidad de 1994, por evasión fiscal. Cada persona tenía una cuota de distribución de volantes, dijo la mujer de 30 años. Agregó que los registros en la oficina de Alamo incluían "la cuenta": una lista que mostraba cuánta literatura había repartido cada seguidor durante sus constantes recorridos por el país. Los abogados defensores de Alamo afirmaron que muchas de las niñas de las que el predicador se hizo acompañar al cruzar los límites estatales trabajaron como ayudantes de oficina en esos esfuerzos. Incluso mientras estuvo en prisión, Alamo recibía actualizaciones regulares sobre asuntos disciplinarios. Los testigos dijeron que exhortaba a sus seguidores a que le informaran sobre lo que hacían los otros. Los acusados tenían una oportunidad para responder por escrito, pero Alamo a veces dictaba las decisiones finales por teléfono sin ver las cartas, agregaron los testigos. Algunos eran golpeados con tablas o sometidos a "ayunos" punitivos, que consistía en negarles alimento en la cafetería comunal. Después de que salió de prisión, el control de Alamo sobre sus esposas se pronunció aún más. Las esposas que lo desairaron, o que él acusaba de desairarlo, eran mandadas a una casa verde de su complejo de 15 acres en Arkansas conocida como "La casa del desdén", dijeron testigos. Allí, las ventanas fueron cerradas con madera después que escapó la niña con la que Alamo se había casado a los 8 años, dijo la mujer de 20 años. La ex esposa de ocho años dijo que le ayudó a escapar un conductor que la esperaba junto a una tienda en una carretera estatal. Una esposa también escapó después que su madre le cosió un teléfono celular dentro de su chaqueta. En la casa de Alamo, su alcoba estaba junto a su oficina, permitiéndole acceso fácil a las mujeres que en algunas noches le daban masaje en grupo hasta que se quedara dormido. Sus esposas vivían en grupos de hasta cuatro en un cuarto, dijeron los testigos. Había rejas de metal cubriendo las ventanas. Los seguidores que trabajaban como guardias patrullaban la propiedad, alejando a los curiosos. Si un desconocido se acercaba a la casa, las niñas tenían instrucciones de correr hacia sus zapatos, pulcramente alineados cerca de la puerta delantera. "Se suponía que debíamos tomar nuestros zapatos y esconderlos, para que ellos no vieran cuántas personas vivían en la casa", dijo una.

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