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CAUSA ABIERTA

México tiene un príncipe en Alemania

México tiene un príncipe en Alemania

Encabeza una de las familias reales más antiguas de Europa, le gusta la comida con salsa picante y es aficionado a un popular equipo mexicano de fútbol, las Chivas Rayadas del Guadalajara. Se llama Alexander de Afif, príncipe de Sajonia, y pertenece a la dinastía Wettin que gobernó esta región durante 850 años. Parte de la familia real se instaló en Ciudad de México en la década de los '50 para huir del régimen soviético instaurado en la República Democrática Alemana, donde se ubica Sajonia, uno de los 16 estados de ese país. Vivió en el Distrito Federal durante 40 años. Aquí nacieron tres de sus cuatro hijos y en esta ciudad opera su empresa aduanera, encargada de facilitar la exportación e importación de mercancías. Hijo de padres alemanes, el príncipe nació en Munich pero al emigrar de Europa adquirió la ciudadanía mexicana. Hasta 1997 era un empresario mexicano común y corriente que padecía los problemas del tráfico de la capital y pasaba apuros por las crisis económicas del país. Pero ese año la historia cambió. Después de meses de análisis, el consejo de la Casa Wettin nombró a Alexander responsable de la familia real y lo designó "príncipe heredero". El momento llegó antes de lo previsto, le confiesa a BBC Mundo Alexander de Afif. "Yo pensaba que algún día iba a ser el sucesor, por lógica, porque soy el único que tiene hijos varones. Pero esperaba que sucediera muchos años después".

Desvelos y champaña

 

En realidad, la historia empezó a tejerse la noche del 9 de noviembre de 1989, cuando cayó el Muro de Berlín. "Eran como las 2 de la mañana y escuché que tocaban insistentemente el timbre de la casa. Me asomé a la ventana y vi a un amigo alemán con dos botellas de champaña. Le dije: 'aquí no hay ninguna fiesta, todo el mundo está dormido'". Pero su amigo le convenció que abriera la puerta. Minutos después, observaban por televisión las imágenes de berlineses celebrando en la Puerta de Brandenburgo. "Destapamos las botellas de champaña, que en ese entonces no era muy común en México, y brindamos". Fue en ese momento que supo que era posible heredar el "trono". "Entendí que tenía que hacer algo por mis paisanos, pues aunque nunca había estado en Sajonia ni conocía a nadie, intempestivamente pensé que podía contribuir".

Bichos raros

 

En diciembre de ese mismo año, Alexander viajó a Alemania Oriental con su esposa y dos hermanos. Fue un "shock". "La gente nos veía como piezas de museo, muy extrañas. Se acercaban, pero no se atrevían a abrir la boca". La mayor sorpresa fue caminar por Dresden.
"Era mil veces peor de lo que jamás me hubiese imaginado: calles destruidas, infraestructura no existente, puentes deshechos, las ruinas de la guerra por todos lados". Veinte años después, el país es otro, dice el príncipe.

Enchiladas y ópera

 

Al hablar de un heredero real, la primera imagen que viene a la cabeza es de protocolo y extremo formalismo. "Pero no es así", dice el príncipe de Sajonia. Su vida en Dresden es parecida a la que tenía en México, incluso en la comida. "Siempre tenemos unas latas de salsa picante y a veces mi esposa me da una sorpresa al cocinar enchiladas y guacamole". Una vez por semana la familia va al teatro o la ópera, y los fines de semana visitan países vecinos como Polonia. Varias veces al año viaja a México y el resto del tiempo controla a distancia su empresa, que constituye su principal ingreso, ya que, al contrario de lo que podría pensarse, la casa Wettin no cuenta con muchos recursos. De hecho, el gobierno alemán se quedó con las propiedades de la familia. "Ese fue uno de los pocos puntos lastimosos que sucedieron después de la caída del muro, que el gobierno decidiera no devolver a las familias antiguas lo que fueron sus castillos y pertenencias", dice el príncipe.

El lado mexicano

 

Actualmente, el príncipe de Sajonia es presidente de la Bóveda Verde, un museo creado en 1560 donde se exhiben los tesoros de la dinastía Wettin. Ya no le pertenecen, claro, pero al menos tiene el derecho a exhibirlos y contar la historia de sus antepasados. "Hay gente que quiere visitar los castillos de mi familia. Los llevamos, les explicamos y hacemos un poco de turismo con las bellezas que dejaron mis ancestros". La mayor parte de su tiempo la dedica a promover inversiones en América Latina y Dresden. Le ha ido bien, dice, y el secreto es su lado mexicano. "Muchas veces me subo al tren y alguien me pregunta si soy el príncipe de Sajonia, y platicamos durante todo el viaje. Me sale mi lado mexicano"

 

 

 

 

 

 

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